Una novela interesante que tenía pendiente: necesitaba un poco de tiempo seguido y sosiego, y ahora lo he tenido. Para adentrarse en este tipo de clásicos, también hace falta un extra de motivación, aunque sea marginal, y para mí lo ha sido el conocer que Liv Ullmann, musa y amante durante años de Ingmar Bergman, dirigió en 1995 la adaptación cinematográfica de la novela (difícil de encontrar, por cierto). También me ha ayudado el haber leído el año pasado casi todo lo publicado de Jon Fosse, también noruego, Premio Nobel y converso al catolicismo. Ayuda a comprender mejor la imaginería compartida...
"Sobre el muro de piedra vio unas maravillosas manchas de luz brillante, rojas como la sangre y amarillas como la cerveza, azules, pardas, verdes... Sobre el lado sur de la nave había una pintura que brillaba como si sólo estuviera hecha de deslumbrantes piedras preciosas. Las manchas de luz multicolor del muro procedían de los rayos que salían de ella. Se hallaban de lleno en su resplandor... Se diría que estaban muy lejos, penetrando con la mirada en el reino de los cielos. Detrás de una verja de barrotes negros, fue distinguiendo la imagen de un Cristo con un precioso manto rojo, y a la Virgen María con una túnica azul como el cielo, y santos y santas con brillantes ropajes, amarillos, verdes, y azul violáceo. Estaban bajo pórticos, arcadas y columnas de casas deslumbrantes, un follaje maravilloso, de un verde tierno que se entrelazaba con ramas y flores... De la iglesia llegaba hasta ellos un ligero perfume de humo y el olor a piedra fría."
No es una novela dificil, pero tampoco es fácil; requiere cierta inmersión y continuidad. 1300 páginas en tres volúmenes —"La corona", "La mujer" y "La cruz"— que Ediciones Encuentro ha reeditado en 2025, merece la pena. Creía que iba a ser más sencilla, no sé por qué, pero se trata de una novela magna, psicológica e histórica, que me ha recordado a "Los hermanos Karamázov", sí, tiene algo de novela rusa y algo de Dostoievski en concreto. En contextos históricos diferentes, ambas novelas abordan la conciencia y la culpa, articuladas relaciones familiares, y la religión y la fe, con matices distintos y jugosos.
La novela recorre la vida de Cristina y su familia, ficción literaria, en un contexto histórico real, la Noruega medieval de la primera mitad del siglo XIV. Describe el progresivo crecimiento de la familia en medio de las tensiones e intrigas al fallecer el rey Haakon y pasar el trono a su nieto, Magnus Eriksson, también rey de Suecia.
Cristina es mujer ante todo, una mujer normal. Vital, apasionada, le gusta lo bonito, se deslumbra ante lo bello. Una mujer que ama, entregada, a la vez que orgullosa, un poco "complicada" —cuando lo contrario de complicado es ser simple, y Cristina no es simple—. Es de emociones intensas, y sí, tiene su vaivén emocional. No es difícil empatizar con su atractiva personalidad, perfectamente imperfecta.
"Cristina tuvo que sentarse sobre un arca y empezar a probarse. Había zapatos blancos, castaños, rojos, verdes, azules, zapatos con tacón de madera y zapatos planos, zapatos con broches o aborchados con cintas de seda y zapatos de piel de dos o tres colores. A Cristina le gustaban todos.... Eligió, al fin, un par de zapatos sin tacón, de fino cuero azul con reflejos púrpura, adornados de plata y de piedras de color rojo claro. Pero no le gustaban los cordones de seda verde... podía cambiarse... y le enseñó una caja llena de cintas de seda y pequeños broches de plata..."
Cristina crece con su familia en una granja, donde destaca la figura de su padre, Lavrans, un hombre con honor, referente y honrado. Son importantes desde temprano sus amistades y relaciones: el amigo de la infancia, otros que pasan, el prometido en matrimonio, el amor apasionado... Tendrá varios hijos, y su matrimonio y familia, al igual que la propia Cristina, son un matrimonio y una familia... normales: mucho amor, mucha pasión, muchas idas y venidas, distanciamientos y reconciliaciones, lo que se dicen y lo que se dejan de decir, lo que quieren decir y lo que interpretan. Imperfectos, normales.
"Cualquier otro amor no es más que un reflejo del cielo en los charcos de agua de un camino fangoso. Te mancharás si te mojas en ellos. Pero recuerda siempre que es un recuerdo de la luz de la otra vida; entonces, disfrutarás de su belleza, y teme su destrucción si remueves el limo que está en el fondo..."
Cristina es una mujer de una piedad profunda y natural.
La grandeza de la novela está, primeramente, en su profundidad psicológica y moral. "Kristin Lavransdatter" es, ante todo, una novela moral. Cristina es una mujer libre, generosa a la vez que consciente de su debilidad e inconsistencia. Posee una viva interioridad y conciencia, llena de gratitud y con un profundo sentido de culpa y de pecado. Su vida está repleta tanto de alegrías como de sufrimientos —sin intención de prescindir de ninguno de ellos—, y es sabedora de la necesidad de perdón, consciente de estar envuelta en gracia.
"¡Cuánto había murmurado contra la existencia a la que su anillo la había llevado! ¡Cómo se había rebelado... e irritado! Sin embargo, había amado su vida, había disfrutado de los momentos buenos y malos. No había ni uno solo que no cediera a Dios de mala gana, no había ningún sufrimiento que pudiera sacrificar sin sentirse despojada".
La religiosidad contextualizada en su época es nuclear también en la novela, un aspecto clave para la escritora quien, como suponemos, estaba deslumbrada por el cristianismo y sería admitida en la Iglesia católica pocos años después.
"Desde su llegada a Oslo había empezado a anudar de otro modo su lienzo de cabeza. Aquí, en el sur del país, solo las mujeres del pueblo lo llevaban a la antígua usanza, como ella tenía por costumbre ponérselo desde su matrimonio: tirante alrededor del rostro como una toca monjil, las puntas en cruz sobre los hombros de forma que el cuello quedaba completamente cubierto y sus pliegues cayendo, abundantes, por los lados y sobre el moño. En el norte se consideraba un signo de piedad ponerse la toca de aquel modo, siempre enaltecido por el obispo como el más decente y púdico para las mujeres casadas. Pero para no llamar la atención, había adoptado la moda extendida en el sur: la toca colocada hacia atrás de forma que se viera el cabello sobre la frente descubriendo el cuello y los hombros; las trenzas se llevaban simplemente levantadas para que no fueran visibles bajo el borde de la toca, mientras que el lienzo enmarcaba sin rigideces la forma de la cabeza. La favorecía y la rejuvenecía. Sus ojos brillaban como estrellas".
La novela se lee necesariamente desde tres perspectivas temporales: el cristianismo en el siglo XIV de Cristina, el siglo XIX-XX de Undset y nuestro ya avanzado siglo XXI. Esto la hace mágica. Se superponen preciosos procesos interiores —personales y transtemporales— de crecimiento y significado en la culpa, deshaciéndose del encorsetamiento rigorista y fomentando el sentido de libertad, entre la realidad del pecado y la realidad de la misericordia.
"Había disimulado la angustia, su indecible debilidad, a los que la rodeaban; había pasado por la vida erguida y aparentemente tranquila; se había encallado..."
"Había un misterio que no comprendía, pero del que estaba segura. Dios no había dejado de envolverla con su amor, sin que se diera cuenta, y a través de su obstinación, a través de su espíritu terco e interesado, un poco de aquel amor había persistido en ella y actuado como el sol que fecunda la tierra".
Enrique Aubá, 20 de junio de 2025
Mi madre me regalo la novela hace como 10 años, empecé el primer libro y nunca la acabe... ahí la tengo. Espero encontrar el tiempo y la motivación para leerla este año, gracias por la reseña.
ResponderEliminar