jueves, 16 de diciembre de 2021

La estación de tren y los taxis









En mi familia nunca hemos sido de irnos a buscar a la estación de tren. Es así, lo reconozco, no me avergüenzo. Algunos se sorprenden cuando digo esto, otros no. Puede decirse que hay dos tipos de familias: los que van a recoger a los familiares a la estación de tren y los que no. Yo pertenezco al grupo de los que no. Y no significa que no nos queramos, es sin más que no vamos. Antes de Pamplona, he vivido entre San Sebastián y Zaragoza. En San Sebastián vivíamos cerca de la estación de autobuses, uno venía andando. En Zaragoza, siempre hemos cogido taxis con alegría. Sin dramas. Pues bien: el pasado mes de noviembre he experimentado un proceso de conversión en este punto, quién me lo iba a decir. El proceso se compone de tres actos.

Primer acto. Invité a un colega que trabaja en Madrid, él es de Pamplona, a que viniera a dar una clase a la universidad. Le conseguí un billete de tren, él venía con la ilusión del compartir en la docencia, y aprovechaba para saludar a amigos y familiares en su ciudad natal. Un plan apretado pero redondo. Llegaba a la estación una hora y media antes de la hora de la clase, más que de sobra con las distancias de Pamplona. Su sorpresa fue que, al llegar a la estación, no había taxis. Qué raro. Como había vivido en Pamplona y además no se le pone nada por delante, se aventuró con un juego de villavesas con lo que consiguió llegar a dar clase sin problema, aunque con algo de emoción. Sin más, nos hizo gracia.

Segundo acto. Otro amigo volvía a Pamplona desde Madrid después de haber estado acompañando a su padre agonizante, se estaba muriendo. Aunque en mi familia somos de no ir a la estación de tren, incluso yo he aprendido que en estas circunstancias hay que ir. Y fui, a recogerle del Alvia que llega a las 22:40 horas. Menudo frío, por cierto. Cuando llega el tren al andén y se abren las puertas, se presencia un espectáculo curioso: algunos pasajeros atléticos, atléticos suelen ser jóvenes pero también los hay mayores, salen corriendo perdiendo la compostura. Se empujan entre ellos si hace falta. El objetivo es coger un taxi. Y es que en la parada de taxis había cuatro o cinco, no más, os lo prometo. Lo cogen los primeros que llegan, es una escena que recuerda a la de la piscina probática. El resto de pasajeros, o han dejado el coche aparcado cerca de la estación, o se saben lo de la villavesa como mi amigo del primer acto, o les vienen a recoger como yo iba a recoger a mi amigo de este segundo acto, o hacen cola. Y me sentí satisfecho por haber ido.

Tercer acto. Invito esta vez a otra colega de Madrid, ella vive y trabaja allí, venía a pasar un día con nosotros en el trabajo, queríamos que conociera el equipo, que conociera la empresa, que conociera Pamplona, de todo ello estamos orgullosos. No basta con que te lo cuenten, tienes que verlo. "Ven y verás", podría ser un eslogan de turismo de Navarra, aunque veo en Google que se lo ha apropiado Argamasilla de Alba, en la tierra del Quijote, hasta tienen página en Facebook. Pero a lo que íbamos: que si conoces Navarra también te enamoras, lo sabemos bien. El caso es que, me vinieron a la cabeza mis dos primeros actos de noviembre y me di cuenta que no podía dejar a su suerte a esta doctora que venía de Madrid. Le llamé y le dije algo así: "no te lo puedo explicar, quizá no lo entiendas, pero voy a ir a recogerte a la estación de tren". "Que no, cómo vas a venir, es de noche, me cojo un taxi y punto". "Confía en mí, de verdad, quiero ir a recogerte, va a ser mejor". Allí fui, y lo volví a comprobar: no había taxis. Ella también lo vio, con un asombro educado. Esta vez, no había ni cuatro, ni para los que corren. Y mientras salíamos de la estación, vimos cómo los atléticos se juntaban con los paralíticos para hacer una cola de 25-30 personas, dispuestas a esperar a que fueran llegando taxis, que al parecer empiezan a caer, como por goteo.

Intenté inventar alguna excusa, porque ciertamente me daba vergüenza, pero no se me ocurrió ninguna. ¿Será cosa de noviembre? ¿Será cosa de las olas de la pandemia? Sencillamente, no hay por dónde cogerlo, es lamentable. La acogida que damos a los viajeros es parte de la imagen que damos de nuestra ciudad, y en este momento es muy pobre, por lo menos en la estación de tren. No sé de quién es la responsabilidad: si del ayuntamiento, de alguna asociación de profesionales, de ambos, o de otros. Pero lo que tenemos es bien cutre. A mi por lo menos me ha servido para concienciarme y convertirme en este punto: a partir de ahora y mientras no cambie la cosa, siempre iré a recoger a quien lo necesite a la estación de tren. Quizá la solución venga por el voluntariado, estaría bueno, que hubiera una avalancha de voluntarios que fueran con sus coches a la estación de tren para llevar a los viajeros a sus casas, sin hacer negocio, aunque seguro que los viajeros lo agradecerían de buena gana con "la voluntad" o con un buen embutido de la meseta, qué se yo. Pero vamos, que lo de los taxis y la estación de tren no es propio de nuestra ciudad.


Enrique Aubá, 3 de diciembre de 2021

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