domingo, 31 de julio de 2022

Necesito desconectar

Me voy de vacaciones, necesito desconectar. No quiero saber nada de nadie. Si pudiera, me iría a una isla desierta, como la de Supervivientes, pero sin tanto pelma alrededor, por Dios. Hasta el gorro me tienen entre el pesado de mi jefe y las chorradas de la compañera. Ya vale, tengo derecho a desconectar. Que me dejen en paz, por favor.

Cuando sentimos que necesitamos desconectar estamos diciendo que queremos descansar. Y si decimos con tanta facilidad que necesitamos desconectar es porque la desconexión debe ser parte esencial del descanso. Cuando estamos descansados, no se nos pasa por la cabeza la necesidad de desconectar. Pero claro que es necesario desconectar, la conexión nos cansa. 

Lo de la isla desierta no parece fácil, tendremos que buscar alternativas. Tengo amigos que dicen que navegar es una de las mejores maneras para desconectar, pues eso va a ser: un velero, el horizonte, la brisa del mar, agua, sol... el hombre ante la inmensidad, ante la sencillez de la naturaleza. Esto sí que descansa. Pasar horas no pensando en otra cosa más que en si muevo la vela o no la muevo, el timón, y el aperitivo. Y si puede ser como en los anuncios de Dolce & Gabanna, pues mejor. Claro. También desconecta mucho el esquí o la montaña, y otras actividades más o menos sofisticadas que se te pueden ocurrir. Si tenemos oportunidad de hacer alguno de estos planes, los disfrutamos y nos sabemos afortunados, ya sea por una semana, un día o unas horas. Pero se acaba, volvemos al día a día, y el anhelo por desconectar nos hace pensar que estos planes no pueden ser lo único. La necesidad de desconectar no es solo para las vacaciones: es para siempre, para todo el año. Pero como en las vacaciones sentimos la necesidad más en el cuerpo, podemos ejercitarnos y buscar claves para el resto del curso.

Cuando nos ponemos, parece que no es tan fácil desconectar. Incluso parece que quizá hay cosas de las que no se puede desconectar, cosas como los hijos, como otras responsabilidades familiares, y como algunas responsabilidades laborales que no es fácil apartar, en función de nuestro tipo de trabajo. Hay por tanto un punto en el que la desconexión no es posible, y esto nos debe llevar a no sobrevalorar la necesidad de desconexión: para descansar y vivir en equilibrio no es necesaria una desconexión absoluta. Es más, si condicionamos nuestro descanso a momentos extraordinarios de desconexión, entonces no aprendemos a vivir. Anhelamos la desconexión, sí, pero buscamos la desconexión posible.

Pienso que la desconexión al alcance de la mano está principalmente en el uso adecuado de la tecnología y en la búsqueda de espacios de desconexión controlada. Me explico.

Está claro que la tecnología nos trae posibilidades fantásticas, a la vez que nos lleva, de por sí, a una velocidad frenética, a estar en muchos sitios a la vez, y a vivir reaccionando. Esto, por de pronto, genera y potencia estados de ansiedad, al mismo tiempo que nos hace maleducados porque no estamos donde tenemos que estar. El uso adecuado de las tecnologías de comunicación es todavía una tarea pendiente de la sociedad: intuimos que es importante pero no hay suficiente consenso, o falta determinación colectiva. Sí percibimos algunos aspectos claros y distintos. Por ejemplo, no podemos estar contínuamente reaccionando a estímulos que nos llegan, por lo que tenemos que limitar o controlar la entrada de información. Las demandas del exterior entran de hecho sin pedir permiso, y deben entrar cuando yo quiero que entren.

De entrada, puede parecer coyuntural lo del buen uso de la tecnología y el aprendizaje en desconexión, pero no es una cuestión accesoria: es nuclear en nuestra vida psíquica y para nuestra afectividad. La afectividad es la función psíquica que, por decirlo de alguna manera, nos ayuda a interaccionar con el entorno, a adaptarnos, y eso es en gran medida reaccionar. La cosa es que si nos sometemos a un exceso de estímulos, obligamos a nuestro organismo a hiperreaccionar, y entonces, junto con la respuesta controlada voluntariamente, se mezclan otras respuestas automáticas y primitivas no moduladas que están en la base de los trastornos de ansiedad. Así que bonita tarea tenemos por delante. Las mismas herramientas que nos aceleran y dispersan son las que nos ayudan para ejercitarnos en proteger espacios de desconexión en la conexión. Al alcance de la mano.

Es por tanto cuestión de vivir reaccionando o de vivir creando. Reaccionar y crear son fuerzas motivacionales distintas que nos empujan y se superponen, pero debemos fomentar la dimensión más propiamente humana, la creativa, frente a la más animal, común con psiquismos más básicos, que es la reacción. También me gusta verlo en clave de convergencia o divergencia: trabajar reaccionando hace que nuestro proceso de pensamiento se contraiga en lo concreto, y debe ser equilibrado con dinámicas de apertura de pensamiento. Cuando generamos espacios en los que no estamos contínuamente reaccionando, ganamos en serenidad, en interioridad, y desde ahí, aumenta nuestra capacidad creativa. ¿Has probado a estar ratos "desconectado"? Te sorprenderás, no es tan sencillo, aunque no tengas un problema especial de adicción. ¿Y si me están requiriendo y no me entero? ¿Y si es superimportante? Hemos adquirido el mal hábito de emplear los deliciosos momentos muertos que tiene cada día para conectarnos, para ver qué nos ha llegado o qué se cuece en las redes. Prueba: no te conectes y disfruta del momento. ¿Y qué hago entonces? Respira. Piensa. Reza si quieres. Camina. Contempla. Y te sorprenderás de las cosas que se te ocurren. Es la inspiración, que solo aparece en el silencio interior, en el recogimiento.

No hace falta condicionar el descanso a modos de desconexión que no están a nuestro alcance. Se trata de proteger y disfrutar de pequeños espacios de desconexión.Tiempos sin reaccionar a lo que viene de fuera, a lo que nos invade sin pedir permiso. Desconectar del exceso y de lo tóxico, y conectar con lo que queremos estar conectados. Desconectar de lo que nos hace vivir en otro lugar y en otro momento que no sea aquí y ahora. Vivir en desconexión relativa y decidir en qué momentos nos conectamos.

Vale, me gusta. Pero oye: esto... ¿cómo se hace en concreto? Dame pautas. ¡¡¡Aaaaaahhhh!!! ¡¡¡Socorro!!!!


Enrique Aubá, 31 de julio de 2022

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