lunes, 2 de septiembre de 2024

Una flor en la ceniza (con Alejandro Sanz)

Tenía pendiente una historia, no encontraba la manera ni el momento hasta ahora. Se trata de la paciente de un amigo y colega psiquiatra. Para que no quepa duda de que la historia es real, voy a dar datos: en crudo, omitidos o traslocados, pero doy datos, por lo que lo que cuento es verdad, o lo que eso quiera decir. Ocurrió en 2023, los meses previos al verano. Erica, así se llama la paciente, tiene 53 años, vive en Madrid —en el gran Madrid, digamos—, y sufre de esquizofrenia y de esclerosis múltiple. Sí, no se priva de nada.

(Paréntesis: esquizofrenia y esclerosis múltiple a la vez es una comorbilidad realmente poco frecuente, pero puede tener lugar, y vaya que sí, que se lo digan a Erica. Desde los 21 años presenta fenómenos de difusión del pensamiento, ideas delirantes autorreferenciales y de perjuicio, y escucha voces. Tiene desde sus más o menos 40 unos síntomas motores que se explicaban inicialmente como otro síntoma de la esquizofrenia, pero los síntomas fueron cambiando y hace dos años fue diagnosticada de esclerosis múltiple. De comienzo tardío creo que le llaman. Erica, a sus cincuenta y pocos, va con bastón, andador o silla de ruedas, la limitación es cada vez mayor).

Aunque tiene poco más de 50, parece tener entre 65 y 70, como que ha envejecido antes, además de ir poco arreglada y de natural ser "poco agraciada". Sé que suena mal, pero me insisten en que el conjunto no es feo, es amable, fácil de querer, invita a abrazar y proteger. Es como una figurita de un belén. Para su padre siempre fue su ojito derecho, su tesoro, su princesa le decía, y ella ha crecido imaginándose la protagonista de un cuento, como si fuera... Cenicienta. Esto viene de cuando iba al colegio y el profesor de Ciencias hizo un juego con su nombre: Erica, brezo, Erica cinérea, brezo ceniciento, un tipo de brezo, áspero, como ella, con una pelusilla gris-ceniza, flores púrpura cuando toca, y que también se emplea para hacer miel. Cenicienta. Pero ella, en vez de sufrir con la burla de sus compañeras,lo que hoy consideraríamos un bullying en toda regla, se apropió en su interior del nombre del cuento, y soñaba despierta, crecía esperando que algo le pasara. No esperaba a un príncipe, tonta no era, pero sí a alguien que no llegaba, no ha llegado... ni probablemente llegará. "Erica", por cierto, es nombre de origen germano que significa "reina eterna", o también, "mujer que siempre será princesa".

"Amiga mía, no sé / qué decir ni qué hacer para verte feliz / ojalá pudiera mandar en el alma / o en la libertad, que es lo que a él le hace falta / llenarte los bolsillos de guerras ganadas / de sueños e ilusiones renovadas / yo quiero regalarte una poesía / tú piensas que estoy dando las noticias"

La vida de Erica dio un vuelco en un determinado momento, pero no a mejor, sino a peor. No es que apareciera un hada madrina precisamente sino que su padre, su gran protector, murió. Peor quizá; murió en vida, entró en un proceso de demencia avanzada y perdió la memoria, también la memoria de su princesa. Desde entonces ella le cuida, porque él está, aunque no está para cuidar de ella. En realidad es Pilar quien le cuida, la hermana de su padre, porque la madre de Erica es quien de verdad no está. Erica hace al menos todo lo que puede por acompañar y tocar a su ausente padre. También desde entonces el gris de Erica fue cambiando de tono, se fue oscureciendo, aunque todavia quedaba para llegar al negro. ¿Depresión? ¿Y eso qué es? Pues eso, que estás triste. ¿Triste? Y se encogía aún más de hombros.

Quienes conocían a Erica de pequeña recuerdan, es curioso, que le gustaba bailar. Si le hablas de bailar recuerda en seguida la música: le brillan los ojos, a mi abuela le pasaba lo mismo, cuenta, me entra como electricidad, me da la vida. Pero solo recuerda: Erica está más muerta que viva.

"Amiga mía, ojala algún día / escuchando mi canción de pronto entiendas / que lo que nunca quise fue contar tu historia / porque pudiera resultar conmovedora / pero, perdona, amiga mía / no es inteligencia ni sabiduría / esta es mi manera de decir las cosas / no es que sea mi trabajo, es que es mi idioma"

Otra faceta interesante de Erica es su fe, no podía ser estándar. Erica es una mujer piadosa, no cabe duda, y tiene una peculiar y particular devoción a San Caralampio, tal cual, no es broma, existe. Caralampio es un mártir del siglo II en Éfeso —donde se piensa que también falleció el apóstol Juan—, que murió brutalmente torturado, descuartizado. A nuestra princesa sufriente el martirio de Caralampio siempre le ha resultado inspirador, y no es que le pida su curación pero sí el saber sufrir mejor, más allá de la resignación. Le pide sobre todo por su padre, que habita en algún espacio intermedio entre la vida y la muerte. En sus ensoñaciones Erica a veces se visualiza como Caralampia, "la que brilla con alegría", pero esa identidad de luz siempre se ahoga en sus propias cenizas.

Y resultó que, cuando todavía no era primavera en 2023, algo empezó a tener lugar. Seguía acudiendo periódicamente a consulta con su médico, y más frecuentemente a seguimientos con su enfermera. Las auxiliares de la consulta, que tanto le querían, fueron las primeras en darse cuenta. Empezó a estar... distinta, mejor. Se movía con más agilidad: pasó a acudir a la consulta sin silla de ruedas, con menos apoyo, se atrevía más. También estaba más guapa. Se maquillaba algo no sé yo decir cómo ni cuánto,  la cara lucía más, no era tan oscura y comenzaron a aparecer como tonos suaves de color. También se insinuó una tímida sonrisa. Era una transformación en toda regla: al principio sutil pero luego evidente. Estaba mejor, sin duda, con otra energía, como si le hubieran conectado de nuevo a la corriente eléctrica. A su médico le parecía un milagro, nunca le había visto así. ¿San Caralampio?, se reía para sus adentros. Decidió preguntárselo sin rodeos y obtuvo una respuesta clara con voz inocente y vergonzosa: es que... pues... a finales de junio... voy a ir a un concierto. ¿Cómo? Sí me voy con mi tía Pilar a Albacete a ver a Alejandro Sanz. Y ya está. Ese era el motivo. Estaba ilusionada: con Alejandro Sanz, con la música, con las letras, la electricidad volvía a ella. No había más. Ni menos.

"Y amiga mía, princesa de un cuento infinito / amiga mía, tan sólo pretendo que cuentes conmigo / amiga mía, a ver si uno de estos días / por fin aprendo, a hablar sin tener que dar tantos rodeos / que toda esta historia me importa porque eres mi amiga"

Y Erica fue al concierto, con su silla de ruedas en la zona reservada, allí estuvo, vibrando con Alejandro Sanz. Así lo contó después. Era feliz. Un momento de felicidad, unos meses de felicidad. ¿Una muestra de felicidad? La felicidad.

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“No estoy bien. No sé si esto sirve de algo pero quiero decirlo. Estoy triste y cansado. Por si alguien más cree que hay que ser siempre una brisa de mar o un fuego artificial en una noche de verano. Estoy trabajando para que se me pase… llegaré a los escenarios y algo dentro me dirá qué hacer. Pero a veces no quiero ni estar. Literalmente. Sólo por ser sincero. Por no entrar al ruido inútil. Sé que hay gente que se siente así. Si te sirve, yo me siento igual”.

Así se expresaba Alejandro Sanz en mayo de 2023, poco antes de comenzar la gira "Sanz en vivo" en España.

"Aunque aún no termina de llegar la luz, parece que se ha despertado una luciérnaga en mi pecho. No quiero suspender la gira porque creo que con la ayuda correcta y un poco de comprensión y apoyo en los shows, lo vamos a sacar adelante. Además creo que encerrarme no es buena idea. Gracias por el calorcito. Vamos a por el día de mañana. El sol está de camino.”

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Después del concierto Erica seguía más viva. Y para que quede claro que esta historia es real, voy a reconocer que con el transcurso de los meses se ha ido apagando de nuevo poco a poco, y ha perdido algo de estatura de nuevo, y su tono vuelve a ser el gris, y ha aumentado otra vez su limitación y torpeza, y vuelve a estar atascada en turbias conspiraciones mentales. Pero esto no quita para que lo que ha sucedido sea mágico, un chispazo de vida de otro lugar, otra lógica. Y sí perdura a ratos una leve sonrisa que parece querer decir... que me quiten lo bailao.

En julio de 2023, mi amigo y colega seguía sin salir de su asombro. Sabía de la fuerza de la motivación, de la ilusión, de la unidad psicosomática de la persona, del poder terapéutico de la música... pero se quedó impresionado al verlo en su paciente, en esa triste y entrañable mujer que acudía a su consulta desde hacía años. Y decidió que también quería ir a ver a Alejandro Sanz, con su mujer y todo. Se fueron juntos a principios de agosto a Cádiz, buen comienzo de vacaciones, a Chiclana de la Frontera en concreto. Por cierto, la mujer de mi amigo también le reza a San Caralampio, tiene su gracia. La cosa es que el psiquiatra fue y también vibró. Vió y creyó. Tiene algo, me decía.

Esta es la historia que quería contar, una historia de verdad, de luz profunda. Supongo que esta historia es algo de esa luciérnaga en el pecho a la que Alejandro Sanz se refería, la que percibía en la oscuridad y le ayudaba a seguir adelante.



Enrique Aubá, 2 de septiembre de 2024



"Amiga mía", Alejandro Sanz, 1997

"Amiga mía", Alejandro Sanz en directo, 2001







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