domingo, 29 de agosto de 2021

Relato de un sueño


Este verano he tenido un sueño. Los sueños son caprichosos, tienen otras reglas. Lo real y lo irreal se mezclan, el tiempo se deforma, los números bailan, los recuerdos y deseos toman más fuerza. Pues bien: he soñado que me iba con una rubia al Caribe. A Martinica en concreto. Toma ya.

Existen destinos de ensueño, Martinica es uno de ellos. Lugares de ensueño son aquellos a los que alguna vez te gustaría ir pero lo más probable es que nunca lo harás. Sueñas con ellos, ya dormido, ya despierto. Son paisajes a los que se te va la mente cuando estás cansado, o esos atractivos fondos de escritorio que  Windows nos pone. Recientemente he empezado a seguir en Instagram a una revista de viajes que cada día te propone un paraíso. Con solo ver la foto, uno descansa. El Cairo, Niágara, Estambul, Islandia, Copán, por ejemplo. Cada uno tiene sus lugares de ensueño, aunque muchos suelen ser compartidos. Mi sueño tiene lugar en Martinica.

Martinica fue escenario de un clásico, "Tener o no tener" (Howard Hawks, 1944), ambientado en la Segunda Guerra Mundial.  Lauren Bacall y Humphrey, jóvenes. ¿O eran Audrey Hepburn y George? Ay no, que éstos eran los que desayunaban con diamantes en otro clásico, qué lío es esto de los sueños. Lauren decía: “Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no? Sólo tienes que juntar los labios y soplar. Y yo acudiré a tu llamada.” El caso es que esta vez fue Audrey quien silbó, y acudimos a su llamada.

Me había tomado un café con la rubia en Colmenar Viejo. Surrealismo puro, ni Dalí lo habría imaginado. Será otra construcción onírica, todos sabemos que Colmenar Viejo no existe, es solo una referencia que ayuda en la circulación por la periferia de Madrid. La rubia salía de un ingreso de casi tres semanas, dolorida, aislada, ni agua en la dieta, apaleada. Venía de uno de esos estados en los que parece que cuerpo y espíritu se juntan más aún, en los que percibes mejor que en realidad son una misma cosa. Ella quería ir a Martinica, qué caprichosa, y por momentos parecía que la salud iba a truncar su sueño. Pero se salió con la suya.

Viajar a la Francia de ultramar en medio de una pandemia es una odisea. En los sueños con frecuencia uno siente que no acaba de llegar al lugar al que se dirige, que el viaje se alarga de manera incomprensible. Así sucede también en mi sueño, una carrera de obstáculos. Barajas, Charles de Gaulle, Fort de France. Un recuerdo para los amigos que se cayeron por el camino. Documentación, vacunación, test de antígenos. Motif impérieux. Un beso para los familiares que se quedaron. ¿48 o 72 horas? Ten en cuenta la diferencia horaria. ¿Ganamos o perdemos horas? ¿Se suma o se resta? Qué jaleo. Comparecencias sucesivas antes los hombres de los mostradores, fáciles o tensas, arbitrarias, todo depende de con quién te toque, similares a los diálogos de Alicia con el Sombrerero Loco. "¡Que les corten la cabeza!".

La expedición la conformamos un grupo curioso, parece un equipo de naipes. De corazones o diamantes, domina el rojo. Por una parte, del uno al ocho. Lo único que tengo claro es el color del pelo. Además de la rubia, hay dos pelirrojas, una alta y otra mediana, qué bien se lo pasan. Una morena. Y un pelirrojo y un rubio que fueron, cuando tenían. Hay más personas en el grupo, tres. Les unen los mismos lazos, y completan el palo de la baraja. Les trois figures: le roi, la dame, le valet. O les trois mousquetaires. O les trois ilets, qué sé yo, este ejercicio de asociaciones laxas es un poco confuso. No recuerdo el color de su pelo, no sé por qué. Lo que sí recuerdo es que también hay un niño.

En Martinica el tiempo es distinto, o también esto es cosa del sueño. Avanza más lento o va hacia atrás, no sé bien, puede que sea porque es isla, como en Perdidos o en la última de Shyamalan. No hay prisa, como si todo importara menos. Cuando llueve, que llueve, lo hace de abajo a arriba. Moja, claro que moja, pero no enfría. El verde se come las carreteras, el agua muestra un azul turquesa casi fluorescente. Daikiri, mojito, piña colada. Croissants de mantequilla. Tres más uno. La vida es exuberante, la luz transparente y te envuelve, las casas son de colores. Creo que hay alguna playa.

El niño. El niño puede ser la clave. El niño está siempre volviendo al agua, algo querrá decirnos. Salta, ríe, se mueve, juega. Parece recordarnos en el sueño que la vida real no debe ser tan seria como la pintamos los mayores.

Hay también una iglesia, sencilla, con fachada naranja romano, en la ladera de la península, sobre la bahía. Notre Dame de la Bonne Delivrance. Participamos en la misa con las gentes del lugar. Al principio sorprendidas, quiénes son estos extraterrestres; enseguida confiadas, éstos son también de nuestra raza, aunque de otro color. Se despierta al pastor si hace falta, aprendemos a rezar mejor. Leemos, cantamos, pedimos, damos gracias. Estamos. Hasta entonamos el Gure Aita y Agur Jesusen Ama, tal cual. ¿Sueño o realidad? Qué más da.

Un día, la pelirroja alta acompaña al altar a otro moreno, es el ocho. Chaqué azul, brazo de mar. Y llega ella. Bien pudiera descender de la primera emperatriz, aquí se había bautizado. Ella tiene luz propia, blanca. Reciben el sacramento. Menuda pareja hacen: son jóvenes, tienen sueños y toda la vida por delante. "En los jardines de la memoria, en el palacio de los sueños... allí es donde tú y yo nos veremos. Pero un sueño no es la realidad. ¿Quién te dice cuál es cuál?". Al mismo tiempo, en el cielo, un rubio alto y elegante, y una morena vital de rizo indomable, sonríen. Menuda pareja hacen: son jóvenes, tienen sueños. Y toda la vida por delante.


Enrique Aubá, 29 de agosto de 2021

miércoles, 25 de agosto de 2021

Cineforum psicopatología Clínica Universidad de Navarra







Finalizamos otra edición del cineforum de psicopatología que tenemos cada verano en el Departamento de Psiquiatría y Psicología Clínica en la Clínica Universidad de Navarra. Tiene formato de seminario dirigido principalmente a los residentes de Psiquiatría y Psicología del departamento. Lo hemos tenido desde 2010, salvo en 2018 y 2019. La experiencia es muy buena. Los úlltimos años ha sido así: cada miércoles anunciamos la película a comentar la semana siguiente, y el siguiente miércoles tomamos un café y la comentamos. Sin más. Funciona bien. Lo hacemos aprovechando que en verano suspendemos las sesiones clínicas y bibliográficas que tenemos durante el curso, y es una manera menos formal de seguir aprendiendo. Copio a continuación las películas que hemos visto en estos años (¡92 películas!), para el que le sirva, y para tomar nota de quien tenga sugerencias, sabiendo que la lista es infinita...


2023
Palabras en las paredes del baño (2020)
El manual de la familia perfecta (2021)
Morir (2017)
La ballena (The whale, 2022)
Hasta los huesos (To the bone) (2017)
Nefarious (2023)
En un lugar salvaje (Land, 2021)
El hijo (2022)

2022
Una razón brillante (2017)
Captain Fantastic (2016)
Wonder (2017)
Un amor intranquilo (2021)
Tres (2021)
Tenemos que hablar de Kevin (2011)
4 días (2020)
CODA (2021)

2021
El padre (2020)
La profesora de piano (2019)
Especiales (2019)
Extremadamente cruel, malvado y perverso (2019)
Nomadland (2020)
Copying Bethoven (2006)
Madre (2019)
Steve Jobs (2015)

2020
Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo (2018)
Lady Bird (2017)
El silencio de los corderos (1991)
Efectos secundarios (2013)
La punta del iceberg (2016)
Take shelter (2011)
El caso Fischer (2014)
Joker (2019)

2017
Suicidio (Documental Juan Andrés Mateos, 2017)
El faro de las orcas (2016)
Fences (2016)
Foxcatcher (2014)
Experimenter: La historia de Stanley Milgram (2015)
Mi perfecta hermana (2015)

2016
El jugador (2014)
Nightcrawler (2014)
Hace mucho que te quiero (2008)
Shine (1996)
La habitación (2015)
La ola (2008)
El indomable Will Hunting (1997)

2015
Siempre Alice (2014)
De tal padre tal hijo (2013)
Sin límites (2011)
El buen hijo (1993)
Relatos salvajes (2014)
Whiplash (2014)
La herida (2013)
El lado bueno de las cosas (2012)

2014
Mindscape (2013)
El maquinista (2004)
El rey pescador (1991)
El talento de Mr Ripley (1999)
Cosas que perdimos en el fuego (2007)
Psicosis (1960)
Blue Jasmine (2013)

2013
Antwone Fisher (2002)
Slipstream (2007)
Brothers (2009)
Adam (2009)
En un mundo mejor (2010)
No tengas miedo (2011)
Un día de furia (1993)
Días de vino y rosas (1962)
12 monos (1995)

2012
Birdy (1984)
Temple Grandin (2010)
Cuando un hombre ama a una mujer (1994)
Identidad (2003)
Recuerda (1945)
El invisible Harvey (1950)
House of games (1987)

2011
Tránsito (2005)
Memento (2000)
K-Pax (2001)
Retratos de una obsesión (2002)
Inocencia interrumpida (1999)
La habitación del hijo (2001)
Spider (2002)
Un corazón en invierno (1992)
Otra mujer (1988)

2010
Shutter Island (2010)
Las horas (2002)
Las tres caras de Eva (1957)
El libro mágico (2005)
El exorcismo de Emily Rose (2005)
Gente corriente (1980)
Alguien voló sobre el nido del cuco (1975)


Enrique Aubá, 25 de agosto de 2021
Actualizado, 30 de agosto de 2023 

domingo, 22 de agosto de 2021

Vacaciones: expectativas, deseos y realidad






"Cuando me encuentro mal, cuando me siento desbordada, cuando siento que me superan los problemas, también cuando me he encontrado  apaleada después de los partos... sueño con estar dentro de uno de esos anuncios que cada verano hace Estrella Damm...". Me contaba así hace unos meses una divertida mujer que pasó por mi consulta, madre joven ella. Se le iba el pensamiento a "esa cala preciosa, agua cristalina, luz de atardecer, luciendo un tipazo que nunca tendré, en compañía de gente sonriente y relajada con cara de actores y actrices del momento, música fresca y emotiva, chiringuito de madera con estilo... Menorca, por supuesto".  Me preguntaba a ver si esto que le sucedía interiormente no podría definirse como un síndrome psicológico, qué graciosa. A todos nos gustan esos anuncios, qué bien hechos están.  Nos gustan porque hacen resonar un deseo interno. Un deseo de descanso, de paz, de disfrute, que tiene relación, no sé si menor o mayor, con ese anhelo de plenitud que todos llevamos dentro. Y cuando nos planteamos las vacaciones cada año, de alguna manera pensamos en poder gozar un poquito de algo de eso. 

Estamos exprimiendo agosto. Muchos de vacaciones, otros trabajando. Algunos, ni trabajando ni de vacaciones. Yo tengo el privilegio de estar trabajando, habiendo estado ya de vacaciones. Tengo primero el privilegio de tener trabajo y el privilegio especial de trabajar en el cuidado de otros. Tengo también el privilegio de tener salud, aunque me moleste el pie, bendito problema. Que cada uno repase sus motivos para saberse privilegiados, seguro que son muchos.

Esta semana me contaba otra paciente cómo está siendo su verano. Madre divorciada con dos hijos adolescentes. Su marido le anulaba. "He aprendido a vivir creyéndome sin derecho a ser feliz". Su hijo mayor consume drogas, maltrata verbalmente a su madre como antes lo hiciera su padre, y lo que más le duele a ella es que es desagradecido. Su hijo menor tiene buen corazón, le apoya, a la vez que vive con miedo, por el día a día con su hermano. "Me siento desbordada, todo me sobrepasa, no tengo fuerzas". Qué menos. Iban a ir a pasar unos días a una casa familiar, pero, cuando estaban casi montados en el coche, su padre le dice que es su hermano quien va a ir a la casa, que no tienen sitio. Llora. "Ni mi padre, ni mi hermano me consideran. Solo tengo a mis hijos, es suficiente, aunque me dan preocupaciones. Si al menos hubiera podido descansar unos días...". Y yo que me quejo por nimiedades.

En agosto vienen  pacientes pidiendo ayuda, como siempre, pero también de una manera distinta. Pacientes a quienes sus cuidadores se han ido a descansar, pacientes sin vacaciones. Esto sucede en psiquiatría, pero colegas de otras especialidades pueden decir lo mismo: enfermos crónicos, dolor, discapacidad, envejecimiento, limitaciones. Historias y personas que nos recuerdan que el sufrimiento no tiene vacaciones.

Quizá el contraste entre los anuncios con playas de ensueño y la paciente que me removió haya sido demasiado, algo forzado incluso, pero nos puede ayudar. Hay también muchos ejemplos cercanos que nos hablan de las limitaciones de la vida, sin necesidad de irnos a los extremos de la enfermedad, del hambre o de las situaciones de guerra, que no deja de haberlas. Basta pensar en el día a día. Nuestros veranos no suelen ser los de los spots publicitarios porque, entre otros motivos, tenemos hijos, tenemos padres, tenemos abuelos, tenemos nietos. Tenemos familia, tenemos vínculos. Tenemos responsabilidades que asumimos y no queremos eludir ni un segundo. Es un problema cuando planteamos las vacaciones sin contar con nuestros lazos, cuando condicionamos nuestro descanso a unos días en los que solo luce el sol, sin mucho calor ni mosquitos, con noches divertidas y tranquilas a la vez, con hijos que no dan problemas y ni siquiera preocupaciones... esto ocurre pocas veces. No digo que nunca, pero pocas veces. Porque aquellos a los que cuidamos son niños, o son adolescentes, o son adultos, que podemos dar más quebraderos de cabeza que niños y adolescentes.

Lo previsible, por tanto, da mucho juego de por sí. Pero es que además están los imprevistos. Pensemos en veranos que hemos vivido en los que casi siempre suceden "cosas", a la vez que son maravillosos. El niño que se estozola con la bici. El que casi se ahoga. Fractura del brazo y escayola, se acabó la piscina. Abuela a quien cuidamos con cariño todo el verano, con su silla de ruedas, haciendo lo que sea necesario. Y las personas queridas y cercanas que mueren en verano, la muerte tampoco sabe de vacaciones.  ¿Voy a tener que pasar uno de mis días de descanso en un servicio de Urgencias porque al tontolaba de mi hijo se le ha ocurrido romperse la nariz con la raqueta? Gracias a Dios, no reaccionaban así los que nos querían, y tampoco nosotros nos comportamos así con los que cuidamos.

Sin duda, una de las claves en el camino de la felicidad está en aceptar la realidad como es, sin autoengañarnos imaginando que no tiene aristas. Esto se aplica también a nuestra planificación de las vacaciones. Cuando esperamos levantarnos cada día con el sonido de los pájaros y pasar el día con banda sonora de fondo, entonces lo pasamos mal. Si planteamos el día a día con apertura, no nos asustamos ante las cosas que suceden y nos levantamos cada día para disfrutar dándonos. Entonces, visitar un hospital en el mes de agosto, aunque deseamos que no sea necesario, puede convertirse en una experiencia de transformación que nos ayuda a crecer en gratitud como actitud existencial.

Oye, pues a mi no me pasan esas cosas en vacaciones. Oye, pues que Dios te conserve la salud, a ti y a tu familia. Mi intención era compartir con aquellos a los que les pasan cosas, que somos mayoría. Seguro que somos capaces de encontrar el truco para ajustar la perspectiva y conseguir que no solo las vacaciones sino todo el año sean mejores que un anuncio de televisión.


Enrique Aubá, 22 de agosto de 2021

martes, 17 de agosto de 2021

Una cuestión de tiempo (About time, 2013)

 







"Y así, me contó su fórmula secreta de la felicidad. La primera parte del plan era que siguiera viviendo mi vida normal, viviendo día a día como cualquier otro.

Pero entonces llegó la segunda parte del plan. Me dijo que volviera a vivir cada día casi exactamente igual. La primera vez con todas las tensiones y preocupaciones que nos impiden fijarnos en lo bonito que es el mundo. Pero la segunda vez, fijándome.

Al final, creo que he aprendido la última lección de mis viajes en el tiempo. Y hasta he ido un paso más allá que mi padre: la verdad es que ya nunca viajo al pasado, ni siquiera por un día. Solo intento vivir cada día como si hubiera vuelto deliberadamente a este día, para disfrutarlo como si fuera el último día de mi extraordinaria y ordinaria vida.

Todos viajamos por el tiempo juntos, cada día de nuestra vida. Y lo que debemos de hacer es dar lo máximo y disfrutar de este maravilloso viaje".

el fragmento


una de las mejores escenas

la canción


Enrique Auba, 17 de agosto de 2021


sábado, 14 de agosto de 2021

Juegos olímpicos y emociones, héroes y villanos

 







Menudo jaleo se ha armado con las declaraciones de Novak Djokovic ante los problemas de ansiedad de Simone Biles. Es un debate interesante, aunque me parece que algo no cuadra en el tratamiento que se le está dando. Esto parece una película de héroes y villanos de Disney, y quizá todo no sea blanco o negro, a ver si somos capaces de explorar los grises. Admiro a Biles, como todos. Y también admiro a Djokovic, cuando parece que solo se le puede odiar. No quiero ser incorrecto ni provocador, de verdad. Solo quiero comprender mejor y hacer justicia al deporte.

Djokovic no es Nick Kyrgios. Ni Benoit Paire. Ni Fabio Fognini. Djokovic es el mejor del mundo en el tenis, junto con Federer y Nadal. Además, es supergracioso. Pero tiene un nervio con el que a veces no puede. Siempre ha sido evidente que tenía talento, pero para ser número uno tienes que tener también cabeza, y a Djokovic le faltaba cabeza. Pero lo ha conseguido, a base de trabajo, autoconocimiento, autocontrol. Es impresionante verle en estas finales de grandes torneos, sufriendo, concentrado, remontando, ... y sabes que va a ganar. Como sabíamos que iba a ganar Nadal todos estos años, cuando sufríamos con él en esos partidos infinitos. Es una preciosidad el tenis de los tres, Federer, Nadal y Djokovic. Cada uno con su estilo, tres grandes números uno que aportan todo al tenis y al deporte.

Simone Biles es ya una leyenda, campeona del mundo desde los 16 años, cuatro oros en Río de Janeiro con 19 años. Y además es encantadora. Lo que ha hecho en Tokyo reconociendo su ansiedad es loable, y va a ayudar a muchos. Una número uno que reconoce y muestra su fragilidad. No es una máquina, es humana. Le ha podido la ansiedad en un momento, cuando sabe que debe dominarla si quiere ganar. No quería perjudicar a sus compañeras en la competición por equipos y prefirió retirarse. Es loable tanto por mostrarnos su fragilidad como por su compañerismo y valores de equipo. Después, en barra individual sacó el bronce, casi sin quererlo, ya volveré en otro momento a por más oros.

La ansiedad es compañera de viaje en el deporte de alto rendimiento. Las expectativas, las cámaras, todo el mundo pendiente, lidiar con un primer fallo cuando llevas años preparándote,... la presión es muy alta, sin duda. Esta ansiedad no es propiamente un problema de salud mental. Es la ansiedad como emoción adaptativa, también para rendir mejor, que es de lo que se trata en el deporte de élite. Con esta ansiedad hay que convivir, hay que aprender a manejarla. Los números uno lo hacen, por eso son números uno. Y si no la manejan, pues simplemente no son números uno. Djokovic es un super número uno veterano que ha querido dar una recomendación a Simone Biles, una super número uno más joven. Quizá no haya sido del todo afortunado en la manera de decirlo, quizá se haya sacado un poco de contexto, pero la recomendación es clara y no se puede no estar de acuerdo. Y Simone Biles también lo sabe.

Biles ha tenido un tema de ansiedad y ha aprovechado para ayudar a desestigmatizar la enfermedad mental. Quizá la ansiedad en el deporte de alto rendimiento no sea el mejor ejemplo, pero bienvenida sea la declaración, los deportistas son modelos y personas a las que muchos imitan. Prefiero que un deportista ayude a desestigmatizar la enfermedad mental a que me hable de sus ideas políticas o me venda una marca de relojes. Ayuda. Del mismo modo que no ayuda ni es ejemplo Djokovic cuando rompe raquetas o pierde las formas, sin duda. Pero esto no quiere decir que Djokovic no sea capaz de controlar sus emociones, eso ya lo ha demostrado. Será algo maleducado o poco oportuno, vale, pero es un gran deportista.

Esta ansiedad que hemos descrito no es el único tipo de ansiedad que pueden presentar los deportistas. Los deportistas tienen su propia genética y tienen sus circunstancias, como cada uno tenemos las nuestras. Y pueden tener ansiedad por muchos otros motivos, como todo ser humano. Tienen su vida, con sus alegrías y sus penas, que a veces coinciden con temporadas de entrenamiento o con semanas de competición, y todo interfiere en el rendimiento. Sería bonito conocer las historias que hay detrás de sorprendentes fracasos o bajones de rendimiento de deportistas en momentos importantes. Un hijo que da quebraderos de cabeza, una madre con Alzheimer que ha decidido no tomar medicación, un amigo que sufre un accidente, un desamor, un revés económico. Historias humanas que a todos nos afectan. También a los deportistas de élite. Y Simone Biles, con su humanidad, nos enseña que hay más cosas además de la medalla, y que la vida tiene muchos momentos.

En estos juegos olímpicos también hemos podido discutir de nuevo sobre los métodos de entrenamiento en el deporte de élite, y cómo afecta al rendimiento y a la salud mental. Marta Xargay acusa a Lucas Mondelo, exseleccionador de baloncesto, de maltrato psicológico. Se abre otro culebrón, otra de héroes y villanos, como la que vivimos hace un tiempo con la natación sincronizada y Anna Tarrés. La gimnasia norteamericana, por cierto, también tuvo su "caso Tarrés", Maggie Haney. Y es que la gimnasia americana ha tenido historias para no dormir con abusos y delitos penales incluidos, ríete de los regímenes comunistas. Pero volvamos a estas acusaciones de maltrato psicológico en el deporte de alto rendimiento. Es difícil saber qué ha sucedido de verdad, los que tengan que saberlo lo sabrán. Si alguien se ha pasado de la raya, que pague por ello, sin duda. Pero no es un asunto simple. El alto rendimiento requiere presión, para sacar lo mejor de cada uno. Yo no consigo que me caiga mal Anna Tarrés. Será un poco bruta, no sé si algo más, pero nos ha hecho disfrutar con los éxitos de la natación sincronizada durante años. Puede ser interesante volver a ver desde esta perspectiva la película Whiplash, sobre métodos extremos aplicados a la perfección en la interpretación musical. En el alto rendimiento se busca el límite, debe haber presión, tensión, a la vez que no a cualquier precio, no vale todo. La clave está en el equilibrio que muchos maestros consiguen, buscando la excelencia, a la vez que motivando y sin extralimitarse.

El problema también está cuando aplicamos al deporte amateur los métodos del deporte de élite. Hay métodos que pueden tener cabida en la alta competición que no lo están de ninguna manera en el amateur. Menos aún en el deporte escolar, claro. Es un problema cuando un padre se obsesiona con su hija, deportista talentosa, que tiene que ser una número uno y le va quitando años de vida, de juventud. O son esperpénticas algunas actitudes que podemos ver en la banda de un campo de fútbol de deporte escolar, con enfados con el entrenador e insultos al árbitro incluidos. Hemos ganado en civismo en las últimas décadas, pero es triste perder la perspectiva del deporte como ámbito de crecimiento, formación, socialización, disfrute. Simone Biles nos recuerda que debe priorizarse la salud mental, así como la educación y los valores. Pero distingamos el deporte amateur del deporte profesional, porque, si no, es un lío.

No quiero terminar sin hacer referencia a otro tema infinito relacionado con las emociones y los juegos olímpicos: las lágrimas de los deportistas. Unos lloran de emoción, otros de pena o de dolor. Lágrimas con la medalla de oro y después de la tensión. Lágrimas con la plata o con la descalificación. Lágrimas de veteranía, lágrimas de juventud. Siempre han llorado los deportistas, ahora quizá un poco más. Ese poco más es muestra de humanidad, y es fruto de la formación en las emociones en la que hemos ganado culturalmente. Pero también es reflejo de una inercia que, si no se modula, se convierte en una caricatura y da un poco de risa, la verdad, porque es una lágrima no apropiada, no proporcional a la tensión o no adecuada al contexto. O sencillamente, porque uno no se la cree. Como la de Messi, que llora de pena porque no se ha hecho un contrato multimillonario en el club de su vida cuando lo hace al día siguiente en el nuevo superequipo de mercenarios de un jeque. Que no cuadra, Leo, que no. Pero bueno, que todo sea esto.

Espero haber arrojado un poco de luz en estas historias de deporte y emoción, solo he pretendido buscar los colores y matices en el lienzo. No quisiera ser malinterpretado y ser considerado otro villano. Aunque por cierto, poco me importa, se trata solo de un juego.


Enrique Aubá, 14 de agosto de 2021

domingo, 8 de agosto de 2021

Nomadland (2020)


"Sí que tengo donde vivir, lo que no tengo es una casa, pero no es lo mismo, ¿verdad?". Nomadland (Chloé Zhao, 2020). Nómadas de hoy. Los nómadas siempre han sido atractivos, libres de ataduras, y nos admira esa vida exigente, ese no tener un hogar propio, lo que tiene de desarraigo. Recuerdo que de pequeño teníamos en casa la novela "Tuareg" (Alberto Vázquez Figueroa, 1980), relacionada con esos románticos ganaderos nómadas del desierto. Pero hoy y en occidente también existen nómadas. De eso trata Nomadland.

Se merecía el Óscar que ganó, sin duda. No así la película surcoreana del año anterior, Parásitos, totalmente sobrevalorada en mi opinión, para el que quiera algo de polémica: tras un atractivo planteamiento inicial de diferencia de clases, desarrollaba una segunda parte de disparate y esperpento hacia a la deriva. Pero bueno. Nomadland tiene drama, tiene documental, tiene estética. Recuerda a veces a Terrence Malick, pero es más explícita, más sencilla. El caso es que Nomadland me encantó. 

Está ambientada en Estados Unidos y, aunque muchas son las diferencias con Europa, aporta enseñanzas universales. Se centra en los que viven en caravana o furgoneta, moviéndose de aquí para allá, solos y encontrándose, y muestra distintas motivaciones para la vida nómada hoy. En la película se describen al menos tres grupos, aunque seguro hay más. Por una parte están los que no tienen hogar, porque la vivienda es cara, porque no tienen dinero, afectados también por la crisis económica. La película tiene su punto de crítica social. Están también los alternativos, dejémoslo en eso, prefieren vivir de esta manera, muestran otro modo de vivir en sociedad, no quieren estar encorsetados por estilos de vida normativos o por convencionalismos sociales. Y también hay personas que han sufrido, personas que han perdido, personas en duelo, personas que buscan. Aunque tengan oportunidades o posibilidades, les cuesta volver, les cuesta encontrarse con ellos mismos, no son capaces de "rearraigarse" en la familia. Necesitan hacer un camino. See you down the road.

La vida nómada es un contraste con nuestro modo de vivir, con lo que vemos a nuestro alrededor, con lo que tendemos a hacer. La vida nómada nos ayuda a cuestionarnos si necesitamos tantas "cosas" para vivir, está claro que no. Nos hace pensar. ¿Necestiamos tener casa en propiedad? ¿Necesitamos tener un coche para el uso que le damos? Ahora estamos más sensibles. Estaremos más o menos de acuerdo con las leyes de vivienda, pero está claro que la vivienda también es un servicio y no puede reducirse a moneda de cambio (esto lo escuché el mes pasado en una entrevista en Radio 5, me gustó, no he localizado quién lo decía). También estamos más sensibles porque ahora sabemos mejor que el suelo está vivo, se mueve, lo vemos en la isla de La Palma, y no nos da mucha seguridad que nuestra vida dependa de una casa o de una parcela de terreno.

En Nomadland vemos buenas personas. Vagabundos que no son delincuentes. Inclusión. Sin seguridad social, con problemas de salud. Amistad, camaradería, ayuda, comunidad. Conexión con la naturaleza, vida sencilla, contemplación. Camino de sanación.

En agosto había esbozado un post rápido sobre Nomadland que ahora completo, animado por el debate en torno a la ley de vivienda, y a la vista de los desastres que está provocando el volcán de La Palma.


Enrique Aubá, 28 de octubre de 2021

Song of myself
, 46
Walt Whitman


Not I, not any one else can travel that road for you,
You must travel it for yourself.
It is not far, it is within reach,
Perhaps you have been on it since you were born and did not know,
Perhaps it is everywhere on water and on land.

Nadie, ni yo, ni nadie, puede andar este camino por ti,
tú mismo has de recorrerlo.
No está lejos, está a tu alcance.
Tal vez estás en él sin saberlo, desde que naciste,
acaso lo encuentres de improviso en la tierra o en el mar. 


Gratitud desde el sosiego

Estando ya mi casa sosegada .... La pintura está titulada la "La lectora", es de Isabel Guerra (1947 - ), "la monja pintora&q...