sábado, 4 de noviembre de 2023

Sostenibilidad y sinodalidad












Sostenibilidad y sinodalidad. Dos conceptos que no solo suenan sino que resuenan, como melodías dibujadas en pentagramas o como sucede a veces con las frecuencias de vibración natural de los materiales. Escucha en silencio: (sos)-te-ni-bi-li-dad... si-no-da-li-dad... mu-si-ca-li-dad. Quizá porque son vocablos tan sonoros entendemos algo mejor su magnetismo, su efecto hipnotizante, su potencial sugestivo. Sostenibilidad y sinodalidad son términos que tienen muchos significados, que cada uno utiliza con un sentido concreto, y quien lo escucha lo entiende con el suyo propio, o no entiende nada en absoluto. El poder de las palabras.

Sostenibilidad. A mi se me metió en el cuerpo en sentido económico y de empresa: ser sostenibles es, diciéndolo de manera simple, ingresar más de lo que gastas, es viabilidad a medio plazo, es poder seguir vendiendo tu producto y manteniendo a las personas en el trabajo, ambos objetivos igualmente nucleares para cualquier empresa. Si tienes habitualmente más gastos de lo que generas, aunque tu producto sea muy bueno, tu empresa no es sostenible: tendrás que aumentar la productividad, disminuir gastos, reducir personal, o irá aumentando tu deuda hasta que tengas que cerrar. Insostenible. De todos modos, pronto me quedó claro que la sostenibilidad no es solo económica, sino que el concepto se aplica fundamentalmente a cuestiones de medio ambiente, al equilibrio e impacto ambiental. Parece claro: tenemos que lograr un desarrollo sostenible, usar bien los recursos naturales, los combustibles, ojo con la contaminación, los gases invernadero, el calentamiento global y demás. Somos corresponsables. Más recientemente me he enterado de que la sostenibilidad también es social: eliminación de la pobreza, promoción de la igualdad, inclusión sin discriminación. En lo que he podido repasar, me parece haber leído poco sobre sostenibilidad demográfica, y entiendo que es clave: la pirámide poblacional, la natalidad, el envejecimiento de la población... pero será que no he mirado bien. En cualquier caso, está claro que sostenibilidad es muchas cosas a la vez. El desarrollo sostenible es "aquel que asegura las necesidades del presente sin comprometer las del futuro" y tiene fundamentalmente tres dimensiones: la ambiental, la económica y la social.

La sostenibilidad en sí solo puede ser buena. Sostenibilidad es equilibrio, y siempre es preferible frente a su contrario, frente a lo insostenible o lo desequilibrado. Todos la deseamos. A la vez, parece que algunos intentan apropiarse del término con significados particulares, con lo que no es difícil que nos entre la sospecha cuando nos hablan de sostenibilidad, porque se intuyen intereses o agendas ocultas. Y el problema no es de la sostenibilidad en sí, sino en el aprovechamiento interesado —cuando no perverso— de la ambigüedad del concepto.

Lo de la sinodalidad para mí es más nuevo. Aunque es una música de fondo que lleva años sonando solo ahora le he prestado atención. De entrada parece que es cosa de los obispos que se reúnen periódicamente en sínodos, pero sinodalidad no es eso. Sinodalidad es el nombre que ahora le damos a algunos aspectos esenciales del estilo de la Iglesia primitiva; sinodalidad es un movimiento que viene tomando fuerza desde el Concilio Vaticano II, aunque el término se haya acuñado más recientemente; sinodalidad es la forma que el Papa quiere y pide para la Iglesia. Sinodalidad es participación, escucha, caminar juntos, encuentro y diálogo, diversidad y pluralidad, apertura y acogida, equilibrio entre amor y verdad, más "nosotros" y menos "yo". Sinodalidad es más sencillez y horizontalidad en las estructuras, con lo que eso signifique. Todo suena bien, y creo que todos estamos de acuerdo con estas características, objetivos y aspiraciones. Por otra parte, al igual que sucede con la sostenibilidad, el concepto de sinodalidad es también algo vago, impreciso, y es fácil que algunos pretendan apropiarse del término y calienten la opinión pública con intereses particulares o de manera aprovechada, cada uno quiere vender su libro. Así, están los que con esto de la sinodalidad ya ven implantada la democracia en la Iglesia, el sacerdocio de las mujeres o la inclusión del colectivo LGTBI+, como si todo fuera lo mismo. Y qué sé yo qué más. En el extremo están algunos alemanes, a lo suyo, al borde del cisma, haciendo honor a su propia historia. La pasada primavera, la Iglesia alemana terminó su propio camino sinodal con unas conclusiones y propuestas cuanto menos atrevidas. El mismo Papa advirtió que "ya hay una muy buena Iglesia evangélica (protestante) en Alemania". Por cierto, he leído que el título de una declaración de intenciones de la Iglesia alemana es "fortalecer de forma sostenible la sinodalidad". Los dos términos unidos, esto sí que me encanta.

Sostenibilidad y sinodalidad. Dos conceptos razonables, sensatos, justificables, necesarios. Pero dos términos que están ya envenenados. A los usurpadores de palabras les gusta hacer ruido, el ruido genera confusión, y de la confusión la sospecha. Pero como vamos a seguir hablando y escuchando tanto de sostenibilidad como de sinodalidad, por los menos hagamos un mínimo ejercicio de pensamiento crítico para saber a qué nos estamos refiriendo en cada contexto.

El poder de las palabras pentasílabas, en castellano tenemos muchas: melancolía, perpendicular, verticalidad, mitología, espectacular. Sostenibilidad (hexasílaba, una pena, sería mejor sostenbilidad): economía, ecología, sociología. Sinodalidad: participación, catolicismo, o protestantismo. Siniestralidad, cacofonía. Eudemonía (de eudaimonia), musicalidad.  ¡Ya lo tengo! Sostenibilidad debe estar escrita en clave de sol y sinodalidad en clave de fa, va a ser eso, no sé cómo no me había dado cuenta antes. Ahora en serio: yo voy a procurar consumir y contaminar menos, rezar más por la Iglesia y el Papa, y mantenerme alejado de los usurpadores de palabras.


Enrique Aubá, 4 de noviembre de 2023

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