lunes, 13 de junio de 2022

CODA: los sonidos del silencio

 




CODA (Sian Heder, 2021), es una de las películas del año, sin duda. CODA: Children Of Deaf Adults, "hijos de adultos sordos". Quizá sea verdad que es una película pequeña, vale: es un remake de la película francesa, "La familia Bélier" (Eric Lartigau, 2014), y es todo una Feel-Good Movie con aire de serie B. Podemos discutir si se merecía o no los tres premios Óscar que ganó, de acuerdo. Pero  es preciosa, no dejes de verla, o vuelve a verla.

Una familia de sordos en la que una hija adolescente, Ruby, oye y habla. Tiene una familia unida, que se quiere, y ella desempeña de hecho el papel de traductora e intérprete, un rol que marca su identidad. En plena transición a la vida adulta, quiere crecer, desarrollar talentos, quiere ser ella, pero no es fácil dar pasos sin que se tensione el equilibrio familiar. "Yo nunca he hecho nada sin mi familia". Además, quiere cantar, lo que no deja de tener su gracia siendo una familia de sordos. "Me he apuntado al coro. Me gusta cantar". Le dice a su madre, que le mira riéndose: "Eres joven. Si yo fuera ciega, ¿te gustaría pintar?".

La película nos acerca al mundo de personas con discapacidad auditiva, nos ayuda a entender mejor el aislamiento contra el que deben luchar, a la vez que muestra toda la riqueza interior y de relaciones que tienen, como todas las personas, aunque de otra manera. Nos enseña así que hay muchas formas de comunicarse más allá de la palabra hablada, es un alarde de modalidades sensoriales y gestualidad, expresividad, música, lenguaje de signos, silencios. La película tiene algunas bromas y diálogos en torno a la sexualidad que uno percibe que no están de más, como sin embargo sí sucede en algunas películas: está hablando de expresión y comunicación a través de la corporalidad en el contexto de una discapacidad sensorial.

Tiene diálogos en silencio que emocionan: "Cuando naciste en el hospital, te hicieron una prueba de audición.. allí estabas, tan pequeñita, tan dulce... llena de electrodos por todo el cuerpo... y yo..  recé para que hubieras nacido sorda. Cuando me dijeron que oías... el corazón me dió un vuelco... ¡me preocupaba que no conectáramos!...como yo y mi madre, no estábamos unidas. Creía que te fallaría, que ser sorda me convertiría en una mala madre. Pero sinceramente, me alegro de que sepas quién eres". Interesante ejemplo del papel de los vínculos, del papel del apego.

En un momento social de desestructuración y deconstrucción familiar, CODA nos cuenta una historia con la que todos sintonizamos , escenas de la vida de una adolescente en proceso de maduración en una familia con referencias, con anclajes. Se puede crecer con rumbo o sin él.  Podemos saber dónde está el norte y elegir hacia dónde ir, o podemos no saber ni dónde estamos. Pero no da igual. CODA es una luz que brilla en la oscuridad. Cuando la oscuridad y la confusión pasan a ser la norma, los puntos de luz contrastan más. Lo vamos a ir viendo.


Enrique Aubá, 13 de junio de 2022

viernes, 3 de junio de 2022

Las reglas del juego














Quien pone reglas al juego,
se engaña si dice que es jugador:
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.

Desde hace años, resuenan periódicamente en mi interior estos versos de Aute ("De paso"), aunque con un sentido distinto del que supongo que pretendía, más de crítica política. A mi me dan luz en momentos de dificultades, tanto para mi como para ayudar a otros.

El juego tiene reglas. Los juegos de cartas, tienen sus reglas; los videojuegos, tienen sus reglas; el fútbol, tiene sus reglas.

Todos conocemos a personas que optan por no jugar. El que se "pica" porque no le salen las cartas que desea, y deja tirados a los otros con la baraja y el tapete.  El que se enfada a mitad de partido y se va con el balón, para cabreo de todos, aunque lo había traído él. El que desenchufa la consola porque no avanza fluido en las pantallas del videojuego. Como apunta Aute, no son verdaderos jugadores.

La vida también es un juego. El juego de la vida tiene sus reglas. El objetivo del juego es el amor, y la alegría y la paz, frutos relacionados. Para avanzar en el juego, hay que ir creciendo, superando obstáculos y dificultades: miedos, sufrimientos, limitaciones, pérdidas, enfermedades. En el juego, no estamos solos: nos apoyamos, caminamos juntos, ayudamos, creamos vínculos. Lazos que permanecen. Ataduras que nos ayudan a avanzar entre el miedo y el valor, entre la tristeza y el gozo, entre el placer y el dolor. Nos sostenemos unos a otros. Nos importamos.

El suicidio no es una opción, es no querer jugar. Luchamos socialmente contra el suicidio, intentamos ayudar a las personas que se sienten ofuscadas y se ven como en un callejón sin salida. Tienen que saber que no están solos, que la vida no es del negro que perciben, que hay alternativas.

El suicidio asistido y la eutanasia, tampoco son opciones. Permitirlos es admitir la posibilidad de no jugar como otra regla del juego, contradictorio en sí mismo. Lo vemos en la consulta, lo vemos en la calle. El que sufre anhela afecto, empatía, alivio, comprensión. Cuando se acepta la posibilidad de no jugar, entonces se hace menos por sacar ese aliento, esa energía, esa esperanza necesaria para seguir jugando.

Vivamos. Amemos. No vale no jugar.

Enrique Aubá, 3 de junio de 2022

Gratitud desde el sosiego

Estando ya mi casa sosegada .... La pintura está titulada la "La lectora", es de Isabel Guerra (1947 - ), "la monja pintora&q...