Hace tres días se fue la luz durante unas horas, y se hizo el silencio. Hubo algunos sustos, incomodidades y parece que importantes pérdidas económicas y repercusiones en eso que llamamos productividad. Lo mío fue más tranquilo, fue como un simulacro o un ejercicio.
Te conformas al saber que no son los plomos de tu casa porque todo el edificio está igual. Te inquietas al darte cuenta de que toda la ciudad está apagada, y todo el país. Te conforta escuchar la voz de Sandra Urdín, informando, soy de los que tiene radio con pilas. Te tranquilizas diciéndote que no durará mucho, aunque no sabes por qué, ya que también estabas convencido de que esto no podía suceder: será cosa de las reglas gestálticas de nuestra percepción que nos llevan a ver las cosas enteras cuando están fragmentadas, mecanismos que nos ayudan a la supervivencia.
Comer algo frío, rico, distinto. Sin café, menudo drama. Silencio. Pasan las horas.
En mi casa, la luz volvió relativamente tarde en comparación con otros edificios de alrededor, con lo que el experimento social se pudo alargar un poco, para poder saborearlo.
Soy de los que vive hiperconectado. No podía mandar correos electrónicos, ni recibir whatsapps, ni echar un vistazo a las redes sociales, ni ver la prensa digital, ni llamar a nadie. Tampoco ver una película ni un capítulo de alguna serie para pasar el rato. Silencio.
Soy de los que tiene libros, voy a leer un rato. Además tenía algo abandonada la lectura esta temporada, no hay mal que por bien no venga. Sentado en el salón de casa, leo. Miro de vez en cuando por la ventana, el edificio de al lado tampoco tiene luz. El día ha sido luminoso, pero empieza a cambiar el tono del cielo, a esto le llamaban el ocaso. Un impulso inquieto me empuja a levantarme, pero no tengo nada que hacer. Sigo leyendo, está bien.
Y poco a poco, me doy cuenta de que me voy apagando, como la luz de fuera. No hay ninguna pantalla que tire de mi. Es como que de repente me he sincronizado con la naturaleza, en tan poco tiempo, como que me he vuelto a sincronizar con la tierra. Silencio.
En mi casa, no solemos cenar a la vez, es la verdad. Está el que cena a la hora prevista, está el que cena antes, está el que solo recena, está el que no cena... cada uno a su ritmo, es la verdad. Pero hoy, manda el ritmo que marca la luz natural y, espontáneamente, nos acercamos a cenar antes, a eso de las 8:30, para aprovechar la luz, juntos. Lo mejor que podemos hacer. No hay móviles, no hay ordenadores, no hay televisión. No tenemos prisa, solo esperar a que se apague la luz, y nos iremos a dormir. Silencio.
Y de repente, poco antes de las nueve... vuelve la luz. Y voy a ver el telediario para escuchar lo que ya sé, y pongo a cargar el móvil, y miro a ver qué pasa con la wifi, y me río con los memes de las redes sociales. Se me ha ido el sueño que me estaba entrando. Ruido de nuevo.
Enrique Aubá, 1 de mayo de 2025
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