lunes, 18 de octubre de 2021

Cáncer de mama: impacto psicológico y familiar









Camille es una mujer norteamericana (Midland, Texas) que está ingresando en el hospital. Afortunadamente para mí, habla perfecto castellano. Tiene 43 años, está felizmente casada con Richard, también americano, descendiente de inmigrantes italianos. Siempre me han resultado simpáticos. Ella tiene una facilidad asombrosa para expresar lo que siente con imágenes sugerentes, consigue transmitir. A la vez, tiene un punto supersticioso gracioso. Él tiene una habilidad connatural para hacer un chiste de cada situación. Camille ama con locura a Richard aunque a veces no le importaría estrangularlo. Tienen una hija de 12 años. El cirujano piensa que su paciente puede estar más nerviosa de la cuenta, quizá por eso estoy aquí, soy psiquiatra. Camille tiene cáncer de mama.

El cáncer es una proliferación celular descontrolada que escapa a nuestros mecanismos de defensa. Crece dentro de nosotros, se alimenta de lo que nos alimentamos, y cuando se hace notar puede ser demasiado tarde. Es un asesino silencioso. A Camille le diagnosticaron el cáncer hace dos semanas. Hoy le van a quitar el tumor. Y la mama. La intervención es sencilla, lo sabe, pero no por eso está menos asustada. Después tendrá unas sesiones de radioterapia. El pronóstico es bueno, lo sabe, pero no por eso deja de tener miedo. Es una escena frecuente en un hospital, una escena no infrecuente en la vida de una mujer. Una de cada 8 mujeres tendrá cáncer de mama en algún momento de su vida. Es como jugar a la ruleta rusa con un revólver de ocho balas. Aunque afortunadamente, en la ruleta del cáncer de mama la mayoría de las balas no matan. La supervivencia en el cáncer de mama está en este momento en nuestro país en alrededor del 85%. Pero no deja de aterrar. Camille tiene miedo, está nerviosa, está preocupada. El cáncer mata, el cáncer nos quita, es mucho lo que podemos perder.

Camille piensa en su hija. "Si pienso que tendrá que vivir sin mí, se me viene el mundo encima". "Seguramente le vendrá la regla este año, a mí me vino a su edad". El cáncer no entra en ninguna de las posibles planificaciones que hagamos, se entromete en nuestras vidas. "Si me pasa algo, tú vas a cuidarla y a quererla siempre, ¿verdad, Richard?". No puede estar previsto en el diseño del universo que una madre tenga que morir antes que su hija pequeña, cuando la crianza no se ha completado. Como tampoco puede estar previsto que un hijo muera antes que sus padres. El cáncer nos afecta tengamos la edad que tengamos, pero en personas jóvenes es más duro. Es cosa del ciclo vital. Hay momentos de la vida en los que es como que nos toca aportar más energía al mundo, y si irrumpe entonces el cáncer, el desgarro es mayor.

El cáncer no afecta únicamente al organismo, no afecta únicamente a nuestro cuerpo. El cáncer desafía nuestro equilibrio psicosomático, nuestro ser bio-psico-social, nuestra integridad bio-psico-espiritual, como prefiramos expresarlo. Amenaza nuestra entera existencia. Nos afecta física y también psicológicamente. Afecta a la persona que lo padece y a las personas de su entorno. Afecta de manera inmediata a la familia, nuestro entorno más cercano e íntimo, que además es nuestra principal fuente de apoyo. El sistema familiar, más o menos flexible, más o menos cohesionado, tiene que reorganizarse ante el cáncer. Y en función de cómo se adapte, el impacto psicológico en cada uno de sus miembros será mayor o será amortiguado. El cáncer, de manera especial el cáncer de mama, es modelo paradigmático de cómo la enfermedad afecta a todas las esferas de la persona. La enfermedad es sistémica.

Camille es mujer. El cáncer de mama es un cáncer de mujer. Los hombres también pueden tenerlo, pero es claro que tienen otros con más frecuencia. El cáncer más frecuente en nuestro país es el colorrectal, sin diferenciar por sexos. Después el de próstata (exclusivo de hombres), seguido por el de mama (casi exclusivo de mujeres, 1 hombre por cada 100 mujeres). El cáncer que más mortalidad causa es el de pulmón, que es más frecuente en hombres (1 mujer por cada 4 hombres). Cuestiones de sexo. Para hablar de tantas cosas en Medicina es necesario acudir al sexo. Al sexo biológico, aunque ahora también hablemos de género. DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría) advierte agudamente en su preámbulo: "las diferencias entre hombres y mujeres se deben tanto al sexo biológico como a la autorrepresentación individual, pero hay algunas diferencias que se basan solo en el sexo biológico". Pues eso. Caprichos de la naturaleza, qué cosas tiene.

El cáncer de mama está lleno de significados y contenidos simbólicos, no puede entenderse sólo con datos y estadísticas. El desarrollo del pecho es señal externa del paso de niña a mujer, es intimidad y sensualidad, es recordatorio de una potencial maternidad. Camille hace una confidencia a Richard: "no puedo dejar de pensar en mi madre, en cuando yo era pequeña y la veía desnuda... era la mujer más guapa que yo he visto en mi vida". En "Erótica y materna" (2018), la doctora Mariolina Ceriotti analiza la condición femenina en sus dos "almas", construyendo a partir de los trabajos de la psicoanalista Helene Deutsch. Interesantísimo. El cáncer de mama es una enfermedad que ataca tanto a la dimensión erótica como a la dimensión materna de la mujer, tomando estos términos en su sentido más amplio. El genio femenino contribuye para un mundo mejor, aporta sensibilidad, sentido de la estética, cuidado maternal. Con hijos o sin ellos. Jung habla del arquetipo de la madre. Fertilidad, tierra, jardín, fuente, manantial, bondad, protección, sabiduría, mágica autoridad, el lugar del renacer. El cáncer de mama ataca a una realidad que nos sustenta, y la mujer ve amenazada su imagen corporal, su integridad, y también su autoestima. "He soñado que tiraban mi pecho por el retrete, que se iba al mar y que las gaviotas se lo comían". "Voy a ser un monstruo, Richard, quedaré mutilada". El cáncer de mama es cáncer de la autoestima, de la sensualidad y de la maternidad.

El cáncer desencadena cambios. No puede verse sin más como un acontecimiento traumático causante de alteraciones psicológicas. Es una amenaza, sí, pero es más bien una realidad transformadora que debe ser afrontada ya que tiene repercusión sobre la entera existencia. "Estoy muy enfadada contigo, Richard. Desde el diagnóstico, no sé por qué, pero te odio. Tienes la misma cara de siempre". Camille le reprocha a su marido que no haya cambiado. Para ella, el solo diagnóstico le está cambiando. Ante la posibilidad de perder, nos tambaleamos, perdemos pie, se mueve aquello sobre lo que nos sentíamos seguros. La amenaza nos ayuda a relativizar y a priorizar. Ella ha cambiado y ve que su marido no. O ella está cambiando más rápido que él. Puede haber diferencia de tiempos, es bueno conocerla, pero va a haber cambios en cualquier caso. Puede ser un huracán devastador, pero también puede ser una corriente purificadora. Hablamos del efecto destructor del trauma, y también hablamos de crecimiento postraumático. Tenemos que aprovechar la energía del viento a nuestro favor, en este caso el cáncer, aunque haya aparecido sin ser invitado.

El cáncer es un fallo en una programación que presuponemos perfecta. El cáncer no debería existir, pero existe. La medicina hace lo posible para que no exista, y hace mucho. Son grandes los avances de la investigación en cáncer, lo vemos de manera especial en el cáncer de mama: genética, bioquímica, inmunología; prevención, detección precoz, tratamientos personalizados; cirugía mínimamente invasiva, reconstructiva y estética; curación, supervivencia, calidad de vida. Realmente impresionante. Pero el cáncer sigue existiendo y no desaparecerá. Quizá sea un modo de morir previsto por la naturaleza, una manera de desprogramarse, como lo es la neurodegeneración, o como lo son otros debilitamientos asociados al envejecimiento, como el del corazón, o el fallo multiorgánico. Podemos rebelarnos, puede parecernos injusto. Pero el cáncer, es. Nos recuerda que somos vulnerables y que no todo está bajo nuestro control, ni mucho menos. La ciencia lo combate, la sociedad lo combate, nos aferramos a la vida. Pero cuando el cáncer se ha instalado y no hay quien lo desaloje, puede ser mejor no pelear demasiado de frente contra él. Hay un momento en que hay que aceptarlo, hay que convivir con él, no podemos dejar que nos robe también la paz. Aceptar, dejándonos cuidar. Seguir viviendo con intensidad cada instante, amando.

El impacto del cáncer también se modula en función de cómo sea nuestro sistema de creencias, nuestros valores. A Camille la anestesia le da mucho miedo, "por estar inconsciente... la muerte se define como la inconsciencia de las personas". "No es igual que estar dormida: cuando duermo, estoy con la gente importante de mi vida, del presente y del pasado, y hay lazos que me unen con ellos". Aunque le acecha la desesperanza: "No somos nada, joder, estamos hechos de piel y sueños". Qué manera tan rica de describir tiene Camille, por eso me ha fascinado desde que la conocí. Camille no tiene propiamente fe, pero es una mujer espiritual. No es cuestión de sugestión y de cuentos, que sin duda también pueden anestesiar nuestra afectividad. Es una oportunidad para preguntarnos si la realidad es lo que tocamos o si hay algo más. Richard, convencido y con afecto, le conforta: "Siempre estaremos, juntos. Siempre".

No sé qué fue después de Camille, ya lo siento, no la volví a ver después de la cirugía. Me lo puedo imaginar, ya que el pronóstico era muy bueno. Superaría el cáncer, y seguirá viviendo con su Richard en algún lugar del medio oeste americano. Y con su hija, que ya debe ser una mujer. No la volví a ver porque se terminó el cortometraje, nueve minutos, no más. La historia de Camille es una de las nueve historias que recoge el colombiano Rodrigo García en la película Nueve vidas (2005). Nueve episodios, nueve escenas en la vida de nueve mujeres, a tiempo real. He recurrido a ellos alguna vez en seminarios o clases. Están llenos de humanidad, sensibilidad, delicadeza. No tienen desperdicio.

El cáncer nunca aparece en buen momento, siempre tenemos alguna tarea pendiente. Lo mismo el cáncer de mama. Podríamos dibujar escenas distintas a las que dibuja Rodrigo García. Nueve escenas en la vida de una mujer. Jugar, crecer, amar, trabajar, dar a luz, educar, conciliar, cuidar, descansar. Por ejemplo. U otras distintas. Escenas cotidianas que reflejan la grandeza del darse y de vivir. Escenas en las que el cáncer siempre viene como a deshora, como que interfiere. Aprendemos así nuevos matices de lo inoportuno que siempre es el cáncer.

Debo al psiquiatra y profesor Salvador Cervera Enguix, que en el cielo esté, así como a la psicóloga e investigadora Maria Joao Forjaz, el haber podido realizar, en su momento, una tesis doctoral sobre el impacto psicológico y familiar del cáncer de mama. A ellos mi agradecimiento y recuerdo.


Enrique Aubá, 18 de octubre de 2021

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