sábado, 14 de agosto de 2021

Juegos olímpicos y emociones, héroes y villanos

 







Menudo jaleo se ha armado con las declaraciones de Novak Djokovic ante los problemas de ansiedad de Simone Biles. Es un debate interesante, aunque me parece que algo no cuadra en el tratamiento que se le está dando. Esto parece una película de héroes y villanos de Disney, y quizá todo no sea blanco o negro, a ver si somos capaces de explorar los grises. Admiro a Biles, como todos. Y también admiro a Djokovic, cuando parece que solo se le puede odiar. No quiero ser incorrecto ni provocador, de verdad. Solo quiero comprender mejor y hacer justicia al deporte.

Djokovic no es Nick Kyrgios. Ni Benoit Paire. Ni Fabio Fognini. Djokovic es el mejor del mundo en el tenis, junto con Federer y Nadal. Además, es supergracioso. Pero tiene un nervio con el que a veces no puede. Siempre ha sido evidente que tenía talento, pero para ser número uno tienes que tener también cabeza, y a Djokovic le faltaba cabeza. Pero lo ha conseguido, a base de trabajo, autoconocimiento, autocontrol. Es impresionante verle en estas finales de grandes torneos, sufriendo, concentrado, remontando, ... y sabes que va a ganar. Como sabíamos que iba a ganar Nadal todos estos años, cuando sufríamos con él en esos partidos infinitos. Es una preciosidad el tenis de los tres, Federer, Nadal y Djokovic. Cada uno con su estilo, tres grandes números uno que aportan todo al tenis y al deporte.

Simone Biles es ya una leyenda, campeona del mundo desde los 16 años, cuatro oros en Río de Janeiro con 19 años. Y además es encantadora. Lo que ha hecho en Tokyo reconociendo su ansiedad es loable, y va a ayudar a muchos. Una número uno que reconoce y muestra su fragilidad. No es una máquina, es humana. Le ha podido la ansiedad en un momento, cuando sabe que debe dominarla si quiere ganar. No quería perjudicar a sus compañeras en la competición por equipos y prefirió retirarse. Es loable tanto por mostrarnos su fragilidad como por su compañerismo y valores de equipo. Después, en barra individual sacó el bronce, casi sin quererlo, ya volveré en otro momento a por más oros.

La ansiedad es compañera de viaje en el deporte de alto rendimiento. Las expectativas, las cámaras, todo el mundo pendiente, lidiar con un primer fallo cuando llevas años preparándote,... la presión es muy alta, sin duda. Esta ansiedad no es propiamente un problema de salud mental. Es la ansiedad como emoción adaptativa, también para rendir mejor, que es de lo que se trata en el deporte de élite. Con esta ansiedad hay que convivir, hay que aprender a manejarla. Los números uno lo hacen, por eso son números uno. Y si no la manejan, pues simplemente no son números uno. Djokovic es un super número uno veterano que ha querido dar una recomendación a Simone Biles, una super número uno más joven. Quizá no haya sido del todo afortunado en la manera de decirlo, quizá se haya sacado un poco de contexto, pero la recomendación es clara y no se puede no estar de acuerdo. Y Simone Biles también lo sabe.

Biles ha tenido un tema de ansiedad y ha aprovechado para ayudar a desestigmatizar la enfermedad mental. Quizá la ansiedad en el deporte de alto rendimiento no sea el mejor ejemplo, pero bienvenida sea la declaración, los deportistas son modelos y personas a las que muchos imitan. Prefiero que un deportista ayude a desestigmatizar la enfermedad mental a que me hable de sus ideas políticas o me venda una marca de relojes. Ayuda. Del mismo modo que no ayuda ni es ejemplo Djokovic cuando rompe raquetas o pierde las formas, sin duda. Pero esto no quiere decir que Djokovic no sea capaz de controlar sus emociones, eso ya lo ha demostrado. Será algo maleducado o poco oportuno, vale, pero es un gran deportista.

Esta ansiedad que hemos descrito no es el único tipo de ansiedad que pueden presentar los deportistas. Los deportistas tienen su propia genética y tienen sus circunstancias, como cada uno tenemos las nuestras. Y pueden tener ansiedad por muchos otros motivos, como todo ser humano. Tienen su vida, con sus alegrías y sus penas, que a veces coinciden con temporadas de entrenamiento o con semanas de competición, y todo interfiere en el rendimiento. Sería bonito conocer las historias que hay detrás de sorprendentes fracasos o bajones de rendimiento de deportistas en momentos importantes. Un hijo que da quebraderos de cabeza, una madre con Alzheimer que ha decidido no tomar medicación, un amigo que sufre un accidente, un desamor, un revés económico. Historias humanas que a todos nos afectan. También a los deportistas de élite. Y Simone Biles, con su humanidad, nos enseña que hay más cosas además de la medalla, y que la vida tiene muchos momentos.

En estos juegos olímpicos también hemos podido discutir de nuevo sobre los métodos de entrenamiento en el deporte de élite, y cómo afecta al rendimiento y a la salud mental. Marta Xargay acusa a Lucas Mondelo, exseleccionador de baloncesto, de maltrato psicológico. Se abre otro culebrón, otra de héroes y villanos, como la que vivimos hace un tiempo con la natación sincronizada y Anna Tarrés. La gimnasia norteamericana, por cierto, también tuvo su "caso Tarrés", Maggie Haney. Y es que la gimnasia americana ha tenido historias para no dormir con abusos y delitos penales incluidos, ríete de los regímenes comunistas. Pero volvamos a estas acusaciones de maltrato psicológico en el deporte de alto rendimiento. Es difícil saber qué ha sucedido de verdad, los que tengan que saberlo lo sabrán. Si alguien se ha pasado de la raya, que pague por ello, sin duda. Pero no es un asunto simple. El alto rendimiento requiere presión, para sacar lo mejor de cada uno. Yo no consigo que me caiga mal Anna Tarrés. Será un poco bruta, no sé si algo más, pero nos ha hecho disfrutar con los éxitos de la natación sincronizada durante años. Puede ser interesante volver a ver desde esta perspectiva la película Whiplash, sobre métodos extremos aplicados a la perfección en la interpretación musical. En el alto rendimiento se busca el límite, debe haber presión, tensión, a la vez que no a cualquier precio, no vale todo. La clave está en el equilibrio que muchos maestros consiguen, buscando la excelencia, a la vez que motivando y sin extralimitarse.

El problema también está cuando aplicamos al deporte amateur los métodos del deporte de élite. Hay métodos que pueden tener cabida en la alta competición que no lo están de ninguna manera en el amateur. Menos aún en el deporte escolar, claro. Es un problema cuando un padre se obsesiona con su hija, deportista talentosa, que tiene que ser una número uno y le va quitando años de vida, de juventud. O son esperpénticas algunas actitudes que podemos ver en la banda de un campo de fútbol de deporte escolar, con enfados con el entrenador e insultos al árbitro incluidos. Hemos ganado en civismo en las últimas décadas, pero es triste perder la perspectiva del deporte como ámbito de crecimiento, formación, socialización, disfrute. Simone Biles nos recuerda que debe priorizarse la salud mental, así como la educación y los valores. Pero distingamos el deporte amateur del deporte profesional, porque, si no, es un lío.

No quiero terminar sin hacer referencia a otro tema infinito relacionado con las emociones y los juegos olímpicos: las lágrimas de los deportistas. Unos lloran de emoción, otros de pena o de dolor. Lágrimas con la medalla de oro y después de la tensión. Lágrimas con la plata o con la descalificación. Lágrimas de veteranía, lágrimas de juventud. Siempre han llorado los deportistas, ahora quizá un poco más. Ese poco más es muestra de humanidad, y es fruto de la formación en las emociones en la que hemos ganado culturalmente. Pero también es reflejo de una inercia que, si no se modula, se convierte en una caricatura y da un poco de risa, la verdad, porque es una lágrima no apropiada, no proporcional a la tensión o no adecuada al contexto. O sencillamente, porque uno no se la cree. Como la de Messi, que llora de pena porque no se ha hecho un contrato multimillonario en el club de su vida cuando lo hace al día siguiente en el nuevo superequipo de mercenarios de un jeque. Que no cuadra, Leo, que no. Pero bueno, que todo sea esto.

Espero haber arrojado un poco de luz en estas historias de deporte y emoción, solo he pretendido buscar los colores y matices en el lienzo. No quisiera ser malinterpretado y ser considerado otro villano. Aunque por cierto, poco me importa, se trata solo de un juego.


Enrique Aubá, 14 de agosto de 2021

2 comentarios:

  1. Gracias! Interesante reflexión!
    Ante semejantes prodigios del deporte, qué importante trascender más allá de sus declaraciones, para precisamente darse cuenta del valor de sus hazañas. Son dos grandes; merecen que se les trate como tal!

    ResponderEliminar

El pirata divergente

"Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley, la fuerza y el viento, / mi única patria la mar"  (José de Esp...