domingo, 14 de abril de 2024

Gratitud desde el sosiego
















Estando ya mi casa sosegada....
La pintura está titulada la "La lectora", es de Isabel Guerra (1947 - ), "la monja pintora", la que pinta desde el sosiego.


Publiqué ante la Semana de Pasión la "Súplica desde la angustia" (enlace), comparto ahora en Pascua esta "Gratitud desde el sosiego". Me parecía una cuestión de equilibrio, de justicia. Pedimos ayuda desde la necesidad, parece que nos olvidamos cuando creemos estar tranquilos. Somos injustos. En los Salmos encontramos palabras de súplica, que hacemos propias, y también encontramos expresiones de agradecimiento, de seguridad, de alegría, de alabanza, deseos de rectitud, impulsos de compartir. Expresiones que surgen cuando degustamos el sosiego.

"En una noche oscura / con ansias en amores inflamada / ¡oh dichosa ventura! / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada". Primera estrofa de la "Noche oscura del alma" (San Juan de la Cruz, 1578), poesía mística que describe una puesta en marcha, un camino, una búsqueda, un ascenso, y para poder avanzar, parte de la casa sosegada, que representa una suficiente liberación de las pasiones negativas y autodestructivas.

Tendemos a polarizar, también con las emociones. Es un artificio que simplifica las cosas y nos ayuda a entendernos, aunque la realidad es más rica y compleja. Alegría y tristeza, ansiedad y tranquilidad. Solemos considerar la angustia como el reverso negativo del estado emocional positivo habitual o "por defecto". Pero la angustia es más bien la condición existencial básica en esta etapa a la que llamamos vida, y el anverso de la angustia está compuesto por una multitud de estados emocionales que saboreamos a ratos y no llegamos a retener, se nos escurren entre los dedos de las manos.

En "Las horas" (2002) , preciosa película en torno a la novela de Virginia Wolf, una de las protagonistas, Clarissa Vaugham (Meryl Streep), tiene en un momento una confidencia con su hija ya madura, a modo de desahogo: "Recuerdo una mañana... despertar y... sentir tanta posibilidad en la vida... Y me recuerdo a mi misma pensando: este es el comienzo de la felicidad, aquí es cuando comienza, y por supuesto cada vez habrá más... pero eso nunca sucedió. No era el comienzo de la felicidad: era la felicidad misma... ese era el momento... justo entonces". Me encanta cómo lo dice pero me gustaría contradecir a Clarissa, ese estado transitorio tampoco era la felicidad: era un momento de sosiego, importante, que nos permite respirar, y disfrutar, y soñar, y vivir, y reír, y cantar. La felicidad es más grande, plena, duradera, permanente. Ya llegará. Por el momento, disfrutemos de los momentos de sosiego y seamos agradecidos.

La tranquilidad, cuando la tenemos, no es mérito nuestro, es un regalo en cualquiera de los casos: de la vida, de Dios, del destino, de los astros o de la suerte, lo que prefiramos. Nuestra familia puede haber contribuido y con nuestro esfuerzo conseguimos a veces algunas cosas, pero la paz interior no es mérito propio en ninguno de los casos, lo sabemos. Por lo que, lo mínimo, es ser agradecidos.

La gratitud, seamos o no creyentes, es una actitud existencial que debemos fomentar. La oración, seamos o no creyentes, consiste en gran medida en tomar conciencia de cuál es mi sitio en el cosmos. No soy el centro. La Tierra no es el centro. Los planetas y el sol no dan vueltas alrededor de la Tierra. El mundo no gira alrededor de mi. Soy criatura, una criatura, una más. La gracia está en que además soy hijo. Pero no soy el centro.

En el Libro de los Salmos encontramos un amplio repertorio de expresiones que reflejan distintas formas de oración desde el sosiego: agradecimiento, confianza, júbilo, compartir, rectitud, seguridad, reconocimiento, alabanza, humildad, sencillez, generosidad, magnanimidad. Esta selección de fragmentos desde el sosiego es menos exhaustiva aún que la primera desde la angustia, no es arbitraria pero sí algo caprichosa, es solo una muestra en la que vernos reflejados y quizá nos anime a acudir a la fuente misma.

Quedéme y olvidéme / el rostro recliné sobre el Amado / cesó todo y dejéme / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado.


Enrique Aubá, 14 de abril de 2024



Oración desde el sosiego, de los Salmos, fragmentos seleccionados

(1)
Dichoso el hombre
que se complace en la Ley del Señor,
y noche y día medita en su Ley.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia,
que da fruto a su tiempo.

(2)
Él me ha dicho:
“Tú eres mi hijo. Yo te he engendrado hoy”

(3)
Me acuesto y puedo dormir y despertarme,
porque el Señor me sostiene.

(4)
el Señor elige al que le es fiel.
El Señor me escucha cuando le invoco.
En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque Tú sólo, Señor, me haces vivir seguro.

(5)
por tu gran bondad,
entraré en tu Casa,
Que se alegren los que a Ti se acogen,

(7)
Mi escudo está en Dios,
que salva a los rectos de corazón.

(8)
¿qué es el hombre, para que de él te acuerdes?
Lo has hecho poco menor que los ángeles,
Le das el mando sobre las obras de tus manos.

(11)
El Señor es justo
y ama la justicia;
los rectos verán su rostro.

(13)
Yo confío en tu misericordia;
mi corazón se goza en tu salvación.
Cantaré al Señor por el bien que me hace.

(15)
Señor, ¿quién puede morar en tu Tienda?
¿Quién puede habitar en tu monte santo?
El que camina con integridad,
el que practica la justicia,
el que habla con corazón sincero,
El que obra así no vacilará jamás.

(16)
se alegra mi corazón,
se goza mi alma,
hasta mi carne descansa en la esperanza.
Me enseñas la senda de la vida,
saciedad de gozo en tu presencia,
dicha perpetua a tu derecha.

(17)
yo, en justicia, contemplaré tu rostro,
y, al despertar, me saciaré de tu presencia.

(18)
Con el fiel, Tú eres fiel;
con el íntegro, íntegro.
Con el sincero, Tú eres sincero,
Tú enciendes mi lámpara;
El camino de Dios es íntegro,

(19)
Un día le anuncia el mensaje al otro día
y una noche le da la noticia a la otra noche.
se esparce su rumor por toda la tierra,
y su pregón hasta los confines del orbe.
En éstos ha puesto una tienda para el sol.
Asoma por un extremo de los cielos
y su curso alcanza al otro extremo,
sin que nada escape a su calor.
La Ley del Señor es perfecta; reconforta el alma.
El mandato del Señor es firme, instruye al sencillo.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón.
Los mandamientos del Señor son puros, dan luz a los ojos.

(21)
el rey se alegra por tu fuerza,
Le has concedido el deseo de su corazón,
Te pidió vida y se la has dado,
lo colmas de gozo en tu presencia.

(23)
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes prados me hace reposar;
hacia aguas tranquilas me guía; 
reconforta mi alma,
me conduce por sendas rectas
por honor de su Nombre.

(27)
De ti piensa mi corazón:
«Busca su rostro».
Tu rostro, Señor, buscaré.
Seguro estoy de ver la bondad del Señor
en la tierra de los vivos.

(36)
A la sombra de tus alas
se refugian los hijos de Adán.
en Ti está la fuente de la vida,
en tu luz vemos la luz.
Extiende tu misericordia a los que te conocen
y tu justicia a los rectos de corazón.

(37)
Confía en el Señor y haz el bien;
habita tu tierra y guarda la fidelidad.
Pon tu delicia en el Señor,
y te concederá los deseos de tu corazón.
Descansa en el Señor y espera en Él.
los mansos heredarán la tierra,
y gozarán de una gran paz.

(42)
Como ansía la cierva las corrientes de agua,
así te ansía mi alma, Dios mío.
Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo.
¿Cuándo podré ir a ver el rostro de Dios?

(43)
Tú eres el Dios de mi refugio.
Envía tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen y me conduzcan
a tu monte santo, a tus moradas;

(57)
mi corazón está firme:
cantaré y entonaré salmos.
¡Despertad, arpa y cítara!
Despertaré a la aurora.
Te alabaré ante los pueblos, Señor,
te entonaré salmos ante las naciones.

(71)
Tú eres mi esperanza,
mi seguridad desde mi niñez.
En Ti me he apoyado desde el seno materno;
desde las entrañas de mi madre
Tú eres mi protector.

(72)
Traigan los montes paz al pueblo
y las colinas la justicia.
Dure como el sol y la luna,
de generación en generación.

(73)
yo estaré siempre contigo:
me agarraste con la mano derecha.
Estando contigo, nada deseo en la tierra.

(84)
¡Qué amables son tus moradas!

(87)
En los montes santos están sus cimientos.
«En ti están todas mis fuentes».

(90)
El esplendor del Señor esté con nosotros.
Haz prósperas las obras de nuestras manos,
las obras de nuestras manos hazlas prósperas.

(92)
Es bueno dar gracias
el Señor es recto.
Él es mi Roca.
En Él no hay injusticia.

(93)
El Señor reina. Vestido está de majestad.
Por eso el orbe se mantiene firme; no vacilará.
Tu trono está firme desde antiguo.
Tú eres desde siempre.

(96)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, la tierra entera.
Cantad al Señor, bendecid su Nombre,
anunciad, día tras día, su salvación.
Proclamad su gloria a las naciones,
sus maravillas a todos los pueblos.

(97)
La luz ha sido esparcida para el justo,
la alegría, para los rectos de corazón.

(101)
Discurriré por el camino perfecto:
¿Cuándo vendrás a mí?
Caminaré con corazón íntegro,
dentro de mi casa.

(102)
Tú eres el mismo,
y tus años no tienen fin
Los hijos de tus siervos tendrán su morada,
y su descendencia estará firme en tu presencia.

(107)
Dad gracias al Señor, porque es bueno,
Que lo digan los que ha redimido de la mano del adversario,
y ha congregado de los países
del Oriente y del Occidente,
del Septentrión y del Mar.

(108)
Mi corazón está firme,
cantaré y entonaré salmos.
¡Despierta, alma mía!
Te alabaré ante los pueblos, Señor

(113)
¡Aleluya!

Bendito sea el Nombre del Señor,
ahora y por siempre, sin fin.
Desde la salida del sol hasta el ocaso,
alabado sea el Nombre del Señor.

(115)
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu Nombre da la gloria,

(118)
¡Aleluya!

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

(119)
A medianoche me levanto
para darte gracias por tus justos juicios.
Antorcha es tu palabra ante mis pasos,
luz en mi sendero.

(131)
mi corazón no se ha engreído
ni mis ojos se han alzado altivos.
como un niño en el regazo de su madre.
Como niño satisfecho está mi alma.

(133)
qué bueno y qué gozoso es
convivir los hermanos unidos.
envía el Señor la bendición,
la vida para siempre.

(134)
Bendecid al Señor,
todos los siervos del Señor,
El Señor te bendiga desde Sión,
el que hizo los cielos y la tierra.

(139)
Tú has formado mis entrañas,
me has plasmado en el vientre de mi madre.
Te doy gracias porque me has hecho como un prodigio:
tus obras son maravillosas,
bien lo sabe mi alma.
No se te ocultaban mis huesos
cuando en secreto iba yo siendo hecho,
cuando era formado en lo profundo de la tierra.

(146)
¡Aleluya!

Alaba, alma mía, al Señor.
Alabaré al Señor mientras viva;
entonaré salmos a mi Dios mientras exista.

(150)
¡Aleluya!

Alabadle con el sonido del cuerno,
alabadle con arpas y cítaras.
Alabadle con panderos y danzas,
alabadle con címbalos de júbilo.

Todo ser que respira alabe al Señor.

¡Aleluya!

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