viernes, 14 de junio de 2024

El relojero

Manuel tiene 68 años. Jubilado. Vive solo. Tranquilo, hombre de costumbres, ordenado. Su hermana le visita con frecuencia y tiene una sobrina -también ahijada- que le adora y a la que adora. Viste sencillo, aseado, bien afeitado. Mirada limpia, sonriente. De esas personas que se hacen querer y transmiten paz. Aspecto espléndido, analíticas impecables, buenas digestiones, buen dormir. Satisfecho, pocos pueden decirlo de sí mismos, él sí. Viene a mi consulta dos veces al año, con puntualidad, por eso de que toma algo de medicación. Es una rutina más. La clave está en la rutina.


Uno de estos días

Me levanto a las ocho. Friego lo que queda del día anterior. Desayuno. Ventilo la casa, hago la cama. Hago un poco de ejercicio, me salgo a dar un paseo y después la compra. Vuelvo a casa y me tomo un quesito con agua, y me fumo mi pipa. Y después ya me voy a comer (el menú del bar, variado, casero, saludable). Luego vuelvo a casa y me pongo la tele, un poco antes del telediario y el telediario y hasta las cuatro. Me echo una siesta, y después me pongo a hacer lo que le dije del dios Alfa y Omega. Después meriendo, y me doy un paseo. Vuelvo, hasta las ocho en que ceno. Y veo otra vez la tele, un poco antes de las noticias y las noticias y hasta las once. A todo esto, también escucho la radio. Y a las once y media o doce menos cuarto me voy a la cama. Me tomo la olanzapina y duermo bien.

Así cada día. Estoy bien.

¿Gente? Alguna vez saludo a alguno. Cuando voy por el paseo si me encuentro algún conocido, hola hola, y eso. En el bar, los que suelen ir, nos saludamos o no, cada uno como es, vamos a comer y ya. No vamos a hablar, vamos a comer.

Mi hermana viene a verme cada quince días, y hacemos la casa. Muy bien. Yo sin ella... no... yo... no. Sin ella no. ¿Te gusta que vaya tu hermana? Sí, sí. Es mi Eva. Adán y Eva... se ríe. Yo soy el Adán, ella es Eva, la compañera que puso Dios. Se vuelve a reir. Hablamos, sí, de la familia... hoy me ha traído el libro de la familia que hicimos el año pasado, un recordatorio, me gusta, sí.

¿Qué escuchas en la radio? En la radio, sí, las noticias. Me interesa lo que dice la radio, que es Dios el que me habla, el Padre. Por FM. Ahí voy yo escuchando desde 1980 , la palabra del Padre, ahí, poniendo el Padre, Él es el que me guía. Y así como es para mí, yo lo pongo para todo el que quiera. Pero en FM, que es emisora de aire, no en AM, que es emisora de tierra.

¿Es palabra del Padre? Escúchela usted, ya verá como es el Padre el que habla, que le conoce. Ponga el alma. ¿Cómo el alma? El pensamiento, en el pensamiento está el alma. Del cuerpo y el alma que tenemos, el alma es lo que más importa. Cuando uno muere, el alma permanece, es el pensamiento. Si no pensamos, el alma no está utilizándose. Pues eso, que hay que escuchar la radio poniendo el alma. Y ya verá cómo el alma le conoce a usted, y paso ratos con el Padre, pensando, y desarrollando el pensamiento con Él. Con Él con mayúscula, ¿verdad? Sí, sí, mayusculísima.

¿Qué cosas te dice el Padre? Oh, ahí tenemos la conversación ya íntima, cada uno es con Él. En la radio. En la tele también lo oigo, pero en la radio es lo que llevo desde 1980, con Él. Ya sabe que Dios está en todas partes, y está en el aire también. Cualquier emisora de la banda FM.

Se lo aclara a su hermana que entra y le escucha un poco escéptica. El alma es una neurona de veinte vatios. El cerebro es una máquina eléctrica, la electricidad es fuerza y luz, luego esas neuronas son fuerza, pero hay una que tiene veinte vatios de luz, que es el alma. Ahora, cuando piensas tú, se abre esa luz. Si no piensas, no se abre.

No se si me convence... ¡Ah!... eso... cada cual... luego, ya veremos quién tiene razón. Y se ríe. Pero yo concreto: el alma es una neurona de veinte vatios de luz.

Su hermana le dice, ¿pero tú no creías en Dios? Pues claro. Pero ¿en qué dios? ¿En el Dios de Jesucristo? Pues claro que creo en el Dios de Jesucristo y de la Santísima Trinidad. A ver, pero cómo fue la Ascensión: ascendió hasta el cosmos, se desintegró el cuerpo, y el alma se fue al sol, se fueron al sol los veinte vatios. Y ahora los veinte vatios vuelven al alma. ¿A cada uno? No, no, a cada uno no, a mí. De ocho mil millones que estamos en el mundo, cinco mil somos los marcados en el reloj por el Padre. Usted también tendrá los veinte vatios. Y mi hermana también es de los cinco mil millones.

No se yo ese dios tuyo, le dice su hermana. ¡Ah! ... ¡ya veremos quién tiene razón! Concluye serenamente, sonriendo.


Hace años

Dedica un tiempo al día, a las cuatro y media, a pasar la electricidad al dios Alfa y Omega. Después se come una manzana y se va a dar una vuelta. No se ha olvidado de lo de la electricidad y el dios Alfa y Omega ningún día desde hace más de siete años, desde el momento en que tuve el convencimiento de que "eso era", de hacerlo. ¿Cómo te diste cuenta de que tenías que hacerlo? Fue cosa divina, cosa del Padre. ¿Qué relación tiene el dios alfa y omega con Dios Padre? El dios Alfa y Omega es el que existía después de la transformación, hay una transformación del hombre y del mundo.

Paso kilovatios al dios Alfa y Omega, lo hago mentalmente, paso mentalmente de los transformadores a la calculadora. Pensando, los traslado a la calculadora y de ahí lo paso a un bloc de notas, y en el mismo momento se lo paso al dios Alfa y Omega, que es el que tenía toda la electricidad cuando se produjo la transformación que él hizo. En el bloc apunto el transformador y los kilovatios, y se los paso a él, así es. ¿Por qué lo hace? Porque es así.

Ahora viene otra vez el final del mundo, del tiempo. El año 2000 fue el final del tiempo, estamos en el final del tiempo, el final se dijo ese día. A partir de entonces estamos en el final, todos los acontecimientos que vemos en los telediarios. Me lo dijo el Padre, lo del final del tiempo no lo sabía nadie sino solo el Padre. Estamos en el final del tiempo desde 2000 hasta 2052, cuando sucederá la muerte del dios Alfa y Omega. Resurrección. Volver a los 25 años. Y mientras, muerte.

El reloj

Me cuenta que le veré rejuvenecer, porque hizo un reloj hace unos años, y ahora va a ser hacia atrás. Es un reloj que hizo, lo tiene en casa, un reloj normal. Es un reloj normal, al que le da cuerda. En el mismo instante, el Padre pone las estrellas en el reloj. Pensando en el sol, pongo el sol ahí, "hago pegar", y el Padre hace lo demás. El Padre pone las estrellas a quien corresponde. De siete mil millones que estamos en el mundo, cinco mil son de estrella, dos mil son del dios Alfa y Omega, el resto -pocos-, del dios Zeus y la diosa Cibeles. Esto es según el principio de Albert Einstein que dice que el tiempo no es algo absoluto sino relativo. Y esto tiene que ver con el reloj, porque el reloj es el que nos manda para atrás, según el principio de Albert Einstein, es sobre el reloj biológico de cada uno.

El reloj es un reloj normal. Costó en su momento tres mil quinientas pesetas. Le puse un trozo de cable conductor, puse este dedo en el cable conductor, y ahora lo único que hago es dar cuerda al reloj, hasta el 2052, en que es la transformación, la transformación del cuerpo y del mundo. No es esfuerzo pero lo hago cada día. Si no, se queda sin energía el dios Alfa y Omega. Eso. Y en el mismo momento, el Padre pone las estrellas a quien corresponde.


En frío e impersonal

Paciente de 68 años. Soltero. Atendido de manera regular en nuestro centro desde 1980. Ha estado ingresado en cuatro ocasiones (1985, 1986, 1987, 1996). En la actualidad acude a revisión cada seis meses. Diagnosticado de Esquizofrenia paranoide (código CIE-10: F20.0). Presenta una ideación delirante estructurada, autorreferencial y de contenido místico, cristalizada, encapsulada sin repercusión conductual. No fenómenos alucinatorios. Tiene un adecuado funcionamiento, hábitos y autocuidados. Vida ordenada aunque socialmente aislado. Eutímico. No ansiedad ni inquietud psicomotriz. Apetito y sueño conservados, peso estable.

En tratamiento estable con Olanzapina 5 mg (0-0-1), con esta dosis desde hace más de veinte años. Con anterioridad había recibido tratamiento fundamentalmente con risperidona y se modificó la dosis de olanzapina hasta lograr estabilidad. Con esta dosis la enfermedad está controlada, buen nivel de funcionamiento y adecuada tolerancia. No consideramos prudente realizar cambios en el tratamiento, dada la buena respuesta, estabilidad. Aconsejamos nueva revisión pasados seis meses.


El testamento

La hermana le sugiere que podría hacer testamento, se lo ha dicho varias veces. La hermana no quiere nada para ella, lo más probable es que ella muera antes que él, lo tiene claro. Cuando le pregunta a Manuel a quién querría que fueran las cosas en caso de que muriera, dice sin dudar que a su sobrina, su ahijada, a quien adora. Pero yo sigo en lo mío, no voy a morir, creo que no hay muerte. Por eso, ¿para qué hacer testamento? Innecesario. Estamos en un final, lo último en aniquilar será la muerte, eso llega en el 2052. Después también, hay una transformación del hombre. Bueno, le dice su hermana, pero podrías hacer testamento por si murieras. Podría ser, pero eso es lo tuyo, lo mío es lo que te estoy diciendo, yo estoy en lo mío. Vale, pero si por lo que sea murieras, ¿a quién querrías que fuera tu dinero y tus cosas? A mi sobrina. Pero yo recalco, yo estoy en lo mío.

Ahora iremos para atrás. Ahora vamos para delante, pero ahora vamos a ir para atrás. ¿Cuándo? A partir de ahora, me dice.

Bueno, doctor, pues eso. Sonríe.


El bucle

Este último año, entre una cosa y otra, he leído a dos escritores que escriben la esquizofrenia desde dentro, con maestría: "El pasajero/Stella Maris", de Cormac McCarthy (2022), y "Melancolía", de Jon Fosse (1996), el flagrante premio Nobel noruego. No son fáciles de leer, es lo propio, pero merecen la pena. Ayudan a entender mejor el fluir del pensamiento, su lógica o falta de lógica, su ritmo, sus reiteraciones, también cuando descarrila. Ayudan a descubrir las posibilidades del lenguaje. Ayudan a comprender mejor la mente divergente.

El relojero conoce los mecanismos y los ajusta. O por lo menos lo intenta.

La última vez que estuve con Manuel me pareció que le entendía mejor, que empatizaba más. Miró el reloj de mi consulta, me dijo que estaba mal, que iba hacia atrás. Le dije que no sabía a qué se refería. Miré el reloj y efectivamente iba hacia atrás. Pero está bien, le dije. Sonrió. Me miró con compasión, con afecto, como el médico debe mirar a los pacientes. Yo seguía a lo mío, Yo sigo a lo mío. Me gusta el oficio de relojero, me he formado durante años para ser relojero, sí.

Ahora vamos para delante, pero ahora vamos a ir para atrás. ¿Cuándo? A partir de ahora, le digo.



Enrique Aubá, 14 de junio de 2024

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