lunes, 26 de septiembre de 2022

Enfermedad mental y eutanasia

Leí con estremecimiento la carta de Beatriz, "Despedida y Salud mental", en la que nos contaba esbozos de la vida, sufrimiento y fallecimiento por eutanasia de su hermano, tras años de enfermedad mental, trastorno límite de la personalidad en concreto. La carta nos tocó el corazón a todos, incluso se nos pudieron revolver las entrañas, la emoción se disparaba, aquí hay algo existencialmente esencial.

Con elegancia y de manera muy bien escrita, por cierto, era una carta contenida y con discreción, con pudor, y contaba lo imprescindible para transmitir protegiendo una intimidad que queda en la persona y en el círculo más inmediato. Por esto, quienes leemos la carta, tenemos la información justa, no más, lo que nos permite hablar a propósito de la carta pero despegándonos de lo concreto. Y es que esta carta ofrece un testimonio y mucho más.

Personalmente he de reconocer que me da pena el desenlace que se nos cuenta. Soy psiquiatra, convivo con el sufrimiento del que habla, asumiendo que entender y empatizar es distinto de vivir el sufrimiento en sí. Atiendo situaciones difíciles, no me atrevo a decir que similares a la descrita porque no lo conozco, repito, pero creo que siempre hay opciones de tratamiento. Hay alternativas a "pedir" la muerte, hay alternativas a "administrar" la muerte.  No puede ser que nos tengamos que ver abocados al suicidio, al suicidio asistido o a la eutanasia.

Sabemos que hay polémica con el hecho de que, en la Ley de Eutanasia vigente, no se requiera valoración psicopatológica en el protocolo de una persona que pide querer morir, este es un tema. Y más controversia hay aún con la eutanasia en pacientes con enfermedad mental, cuando estamos pelando contra la discriminación, cuando estamos luchando por las mismas oportunidades de vida, y cuando estamos peleando contra el suicidio, sabiendo que la conducta suicida es una manifestación no infrecuente de momentos de la enfermedad mental. Cuando aceptamos, como regla del juego, la posibilidad de decidir morir, al que sufre se le limita la fuerza necesaria para sacar recursos para vivir, por decirlo de una manera simple. De manera paralela, cuando el médico acepta, como regla del juego, la posibilidad de ayudar a morir, entonces no se estruja el cerebro de la manera necesaria para buscar alternativas que ayuden a vivir. La legalización de la eutanasia conlleva una nueva medicina, si es que podemos seguir llamándola así.

En la carta se habla también, con contundencia, quizá demasiada, de carencias del sistema de salud. Entiendo que la vivencia ha sido muy difícil, pero lo que se percibe es una enmienda a la totalidad, y eso tampoco parece justo. Es claro que el sistema sanitario está saturado, lo vivimos y lo vemos en noticias recientes, más aún desde la pandemia. Y es claro también que hay sanitarios cansados, ha sido y está siendo duro. Pero no puedo compartir lo que se apunta de profesionales sin implicación humana, aunque se diga que se trata de algunos, porque se expresa de tal manera que se extiende al colectivo. No trabajo en el sistema público pero me consta que, aun en momentos de fatiga y saturación, la mayoría de los profesionales se dejan la piel y se dedican en cuerpo y alma a los pacientes. Esto no quita para que el sistema de salud deba reforzarse, incluso deba ser repensado, no podemos pedirle lo que no puede dar, nunca llegará a todo: hay que ser creativos en encontrar maneras de sumar brazos, que los hay y muchos.

Más allá de alternativas concretas para cada caso, que siempre hay que explorar concienzudamente, el contexto actual parece apuntar, una vez más, a que la clave está en seguir creciendo socialmente en cultura del cuidado, en seguir construyendo una estructura articulada y flexible de cuidados: profesionales y voluntarios, públicos y privados, de todos los colores, todo suma. Los enfermos, las personas, necesitamos sentirnos queridas, valoradas, cuidadas. Sentir que importamos y siempre somos dignos. Hay muchos determinantes que pueden empujar a una persona a pedir la muerte: el sufrimiento, el dolor, la falta de sentido, ... y otro es la soledad, y la soledad percibida, la falta de cuidado y de sentir que siempre importamos. Cuánto podemos ganar.

En la carta se habla de valentía. No nos queda duda del coraje de Beatriz al compartir el relato familiar con la cabeza bien alta. Mi carta quizá tenga sin más un poco de audacia, dado el contexto, espero que no sea entendida como temeraria. He querido escribir desde el respeto a las personas y de una manera constructiva que aporte al debate que, de hecho, está sobre la mesa.

Enrique Aubá, 13 de septiembre de 2022
Publicada en Diario de Navarra el 19 de septiembre de 2022 ("Otra mirada hacia la salud mental")




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