viernes, 3 de junio de 2022

Las reglas del juego














Quien pone reglas al juego,
se engaña si dice que es jugador:
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.

Desde hace años, resuenan periódicamente en mi interior estos versos de Aute ("De paso"), aunque con un sentido distinto del que supongo que pretendía, más de crítica política. A mi me dan luz en momentos de dificultades, tanto para mi como para ayudar a otros.

El juego tiene reglas. Los juegos de cartas, tienen sus reglas; los videojuegos, tienen sus reglas; el fútbol, tiene sus reglas.

Todos conocemos a personas que optan por no jugar. El que se "pica" porque no le salen las cartas que desea, y deja tirados a los otros con la baraja y el tapete.  El que se enfada a mitad de partido y se va con el balón, para cabreo de todos, aunque lo había traído él. El que desenchufa la consola porque no avanza fluido en las pantallas del videojuego. Como apunta Aute, no son verdaderos jugadores.

La vida también es un juego. El juego de la vida tiene sus reglas. El objetivo del juego es el amor, y la alegría y la paz, frutos relacionados. Para avanzar en el juego, hay que ir creciendo, superando obstáculos y dificultades: miedos, sufrimientos, limitaciones, pérdidas, enfermedades. En el juego, no estamos solos: nos apoyamos, caminamos juntos, ayudamos, creamos vínculos. Lazos que permanecen. Ataduras que nos ayudan a avanzar entre el miedo y el valor, entre la tristeza y el gozo, entre el placer y el dolor. Nos sostenemos unos a otros. Nos importamos.

El suicidio no es una opción, es no querer jugar. Luchamos socialmente contra el suicidio, intentamos ayudar a las personas que se sienten ofuscadas y se ven como en un callejón sin salida. Tienen que saber que no están solos, que la vida no es del negro que perciben, que hay alternativas.

El suicidio asistido y la eutanasia, tampoco son opciones. Permitirlos es admitir la posibilidad de no jugar como otra regla del juego, contradictorio en sí mismo. Lo vemos en la consulta, lo vemos en la calle. El que sufre anhela afecto, empatía, alivio, comprensión. Cuando se acepta la posibilidad de no jugar, entonces se hace menos por sacar ese aliento, esa energía, esa esperanza necesaria para seguir jugando.

Vivamos. Amemos. No vale no jugar.

Enrique Aubá, 3 de junio de 2022

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