lunes, 6 de enero de 2025

A mis cuarenta y diez

 

"A mis cuarenta y diez, cuarenta y nueve dicen que aparento / más antes que después he de enfrentarme al delicado momento / de empezar a pensar en recogerme, de sentar la cabeza / de resignarme a dictar testamento, perdón por la tristeza" Joaquín Sabina cumplía 50 años en 1999 con el álbum "19 días y 500 noches". Después de este disco, por cierto, es cuando empezaron sus problemas serios de salud... Di que, además de cumplir cincuenta, había comprado muchos boletos —el exceso ha sido la norma en su vida—, pero está claro que el paso de los años algo conlleva.

El nuevo año señala un nuevo ciclo, se repite. Cumplir años es avanzar en otro ciclo, el ciclo vital, aunque en sentido estricto no es que se repita, es lineal (de hecho, algunos argumentan que es más correcto decir curso vital). Pienso en todos aquellos que están en ese proceso que tiene lugar alrededor de los cincuenta —más menos siete, digo yo—, aunque dedico estas reflexiones al comienzo de 2025 a los nacidos en 1975. También a Joaquín Sabina, quien en 2024 ya ha cumplido 75.

El tiempo, los años, la vida... avanzan. Hacia delante, siempre hacia delante, aunque miremos hacia atrás porque lo hemos vivido, y lo conocemos como no podemos conocer lo que todavía no ha sido. Pero lo que viene será, y lo que pasó ya no es más.

La vida son etapas, la vida son retos, en cada etapa toca hacer algo. Solemos hablar de cuatro etapas: infancia, adolescencia, edad adulta y edad avanzada (por no decir vejez, aunque es más lo suyo), y se podrían señalar algunas subetapas. Pero en realidad, son más importantes las crisis de transición que las etapas en sí, y de alguna manera toda vida puede dividirse siempre en dos: antes y después. Hay puntos de inflexión, o de cambio de ritmo, o de orientación, o de sentido incluso. Momentos de adaptación, de cambio, de conversión.

Parafraseando al italiano Alessandro D'Avenia en "El arte de la fragilidad" (2017), la vida consiste primero en soñar (sin límites) y, acto seguido, en empezar a morir (ir conociendo e integrando los límites). Se trata de aprender el arte de morir, de vivir muriendo, el arte de aceptar la limitación sin renunciar a seguir soñando. La crisis fundamental quizá sea el paso del idealismo soñador sin límites al realismo de la madurez sin dejar de anhelar. "Si la adolescencia es la edad hecha para descubrir por qué merece la pena vivir, la madurez es el momento en el que te enfrentas con aquello que, en nuestra vida diaria, nos hace experimentar la muerte mientras intentamos realizar aquello por lo que merece la pena vivir: un proyecto, una relación, un trabajo… El secreto de la madurez no es enfrentarse a la muerte, pretendiendo eliminarla del horizonte de la vida, sino salir adelante con la muerte provisional y aparente de los sueños, los proyectos, los destinos".

Miramos hacia atrás. Hemos vivido de todo: éxitos y fracasos, grandes o pequeños; alegrías y preocupaciones, amores y desengaños, ilusiones y frustraciones, decepciones; nacimientos y muertes, cansancio y enfermedades; verdades y vanidades. Todo junto: lo dulce y lo amargo, lo gozoso y lo doloroso. Muerte... y vida: dar vida, de eso se trata. ¿Cuántos hijos se pueden haber tenido a los cincuenta? ¿Cuántos amores hemos transitado? ¿Trabajos? ¿Proyectos? ¿Cuántas muertes se pueden haber vivido? La normalidad del curso de la vida, bajo el cuidado de la providencia o la fuerza del destino.

"Uno de los nubarrones que casi nunca cuento pero que llevo en el alma, es que cuando... digamos que empecé a tocar en sitios grandes, a ser más conocido, a hacer giras estupendas y todo eso... mi padre estaba ya con Alzheimer y mi madre estaba ya muy enferma, y ambos murieron enseguida... es decir, no disfrutaron del éxito del niño, que lo hubieran disfrutado como locos... así que este es una especie de tributo y de homenaje a lo que no pudieron vivir" (Joaquín Sabina en "Sintiéndolo mucho", documental de Fernando León de Aranoa, 2022). Y tú habrás vivido lo tuyo.

Con el paso de los años se pierde flexibilidad, el metabolismo se ralentiza, se pierde masa muscular. Sin dramas. Se gana perspectiva, serenidad, sentido común. Y siguen pasando cosas, muchas nuevas. Tres peligrosas derivas a evitar son el estancamiento, el enfado y el ridículo. Estancamiento es renunciar a aportar o conformarse con que otros lo hagan, es quedarse paralizado ante los retos, es la depresión en varias de sus formas. Enfado es soberbia, es la crítica estéril y amarga, es despreciar la opinión de los otros, tanto de jóvenes como de mayores.  Ridículo es olvidar que los años ahí están, es creerse igual que las amigas de tus hijas, es la sexalescencia grotesca, es rechazar la dignidad propia de la edad.

Miramos hacia delante. Siempre hacia delante. Conocemos el pasado, pero tenemos el futuro. Conscientes de lo que hemos vivido, sin miedo, porque eso de morir, ya lo hemos vivido ("El renacido", 2015). Ya hemos muerto de alguna manera, o debemos morir para seguir viviendo, para vivir mejor, para vivir de nuevo. Sí, hay segunda oportunidad, siempre, hay segunda vuelta más bien, el ciclo que vuelve.

Con frecuencia hay un momento en que sentimos que necesitamos cambiar algo, vivir de otra manera, o hacer otras cosas. El protagonista de la novela que leía estos días ("La vida feliz", David Foenkinos, 2024), decide dejar el trabajo de siempre y entonces "su entorno se mostró francamente sorprendido, como si nadie se hubiera planteado que pudiera marcharse". Pero es que sentía que "desde hacía años, no hacía más que correr, encadenar días". "Se sentía desfasado con respecto al resto del mundo, y no veía ya ninguna motivación para enlazar los días. Sencillamente había dejado de encontrarle sentido a lo que se le antojaba una comedia extenuante". La novela seguirá otro rumbo, pero identificar el momento es crucial para cada uno.

Puede ser algo sencillo o requerir quizá un golpe de timón: rebalancear lo importante con lo urgente, lo intangible con lo material. Queremos dedicar tiempo no sólo a aquello que toca porque toca sino también a aquello para lo que sabemos que valemos, ya hemos tenido tiempo para conocerlo. Vivir de nuevo, con presencia, conscientemente, vivir el momento, vivir con amor. Ayuda la simpática lección de aquella comedia romántica británica con viajes en el tiempo, "Una cuestión de tiempo" (2013): "creo que he aprendido la última lección de mis viajes en el tiempo... ya nunca viajo al pasado, ni siquiera por un día... solo intento vivir cada día como si hubiera vuelto deliberadamente a este día, para disfrutarlo como si fuera el último día de mi extraordinaria y ordinaria vida. Todos viajamos por el tiempo juntos, cada día de nuestra vida. Y lo que debemos de hacer es dar lo máximo y disfrutar de este maravilloso viaje".

Hacia delante, con el poeta inglés: "Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen... si puedes encararte con el triunfo y el fracaso y tratar a los dos impostores de la misma manera... si puedes, siendo blanco de falsedades, no caer en la mentira... si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho tergiversada... tuya será la tierra y cuanto ella contenga" ("If", Rudyard Kipling, 1895).

"Solo le pido a Dios"... un buen propósito para el nuevo año o deseo para el cumpleaños, y para pedir a los Reyes Magos: vivir con coraje, no hacer el ridículo, y sonreír, que lo mejor está por llegar.



Enrique Aubá, 6 de enero de 2025


Y como diría Facundo Collado:
- Oye... tú... eres mayor, eh?
- Pero qué dices, yo no soy mayor, si solo tengo 49 años, ... si...
- A ver... que no pasa nada... que es incluso mejor... pero aún no pasando nada... que sepas que ser, eres.
- Que soy qué?
- Mayor.
Pues eso.


Mejor dicho por Javier Gomá (ABC, 24 de mayo de 2015):



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